domingo, febrero 14

Un cuento con fantasma


Un cuento de mi niñez que te quitará el miedo a los fantasmas.
                                             
   El fantasma fue a buscarme al anochecer. Llevaba puesta una sábana vieja donde proyectaba demonios siniestros y criaturas sin paz. Lo miré desde la cama paralizada, con los ojos totalmente desencajados. Temblando bajo la colcha, le imploré una y otra vez que se marchara, pero el fantasma me acercó su aliento de hielo y se rió de mi temor.

   Tras unos instantes de inmóvil agonía, reaccioné. Salté de mi cama llena de rabia y agarré mi espada de star war amenazándole con aplastar su asquerosa cara… Sin embargo, aquello hizo disfrutar mucho más al fantasma, que llenó el ambiente de risas y sombras espeluznantes.

    Solté la espada con horror. Corrí a despertar a mis padres que me aseguraron que solo se trataba de un mal sueño antes de acompañarme de nuevo a mi cuarto. Acurrucada, imploré ayuda a los ángeles, aunque en el fondo temía que no fueran capaces de combatir al fantasma. Lloré impotente tiritando durante horas hasta que por fin ne dormí exhausta. 

    A la noche siguiente el fantasma regresó. Notó que mi piel se erizaba al notar la lúgubre presencia. Iba a gritar para llamar a mis padres cuando, de golpe, me dí cuenta de algo muy importante: el día anterior no me había sucedido nada malo. Era cierto que el fantasma había permanecido en la habitación riéndose de mi y deseando asustarme… «Pero si no me ha hecho ningún daño –me dije–, es porque realmente no tiene poder para hacerlo». 
  Suspiré aliviada recuperando la serenidad.

   Por supuesto, al fantasma no le gustó una pizca este cambio de actitud. Volvió a agitar su sábana amenazadoramente mientras flotaba por la habitación. Yo, que ya me sentía un poco como una de esas heroínas de las películas, le hablé con sinceridad agradeciéndole su visita. Le expliqué ilusionada que haberle conocido me había convertido en una niña más valiente, y que no podía esperar a que llegase el día para contárselo a mis amigos.
   El fantasma no se quedó a escuchar su explicación. Desapareció lentamente con gesto de asco. 

   A pesar de todo, volvió a la habitación al caer la noche siguiente. Enfurecido como nunca, proyectó sobre él los más perversos horrores. 

   Esta vez lo observé detenidamente sin inquietarme. «Debe sentirse realmente mal para dedicarse a perseguir a las personas». Este pensamiento despertó en mi una pena profunda hacia el pobre espectro y su afán por asustarme. Mi compasión fue tan sincera que me sobresalté al notar un fulgor luminoso en mi pecho, fuerte y radiante.
 Sorprendida y curiosa, me pregunté si existiría también alguna Luz dentro del fantasma. Entrecerré los ojos e intenté percibir alguna chispa, aunque fuera minúscula, camuflada entre las sombras proyectadas. 

   Al hacerlo el fantasma se esfumó de golpe y jamás volvió a regresar. 

   Se había visto sin la sábana, y le había dado mucho miedo.  
                                   👻👻👻👻👻👻
  Dentro de los Seres de menor luz, sigue existiendo Luz. 
  Pertenecen al cosmos, son parte del Todo, como tú y como yo. 
  No tengas miedo, ten Amor. 
  Aceptación, Confianza, Compasión… y la vibración que emitirás no permitirá que se acerque nada inferior a ese Amor.  

  Y ya que estamos… ¿por qué no tratar de la misma forma a nuestros “fantasmas” cotidianos? A esos retos de la vida que tanto nos asustan, esos que encarnan nuestros mayores miedos. 
 Ver la luz, los regalos, que poseen en su interior, y darles la bienvenida con el mismo Amor, Confianza, Aceptación…  ¿No los empezaríamos a percibir de manera muy diferente?