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viernes, septiembre 2

El Budismo



Una conferencia de Jorge Luis Borges

El tema de hoy será el budismo. No entraré en esa larga historia que empezó hace dos mil quinientos años en Benares, cuando un príncipe de Nepal - Siddharta o Gautama -, que había llegado a ser el Buddha, hizo girar la rueda de la ley, proclamó las cuatro nobles verdades y el óctuple sendero. Hablaré de lo esencial de esa religión, la más difundida del mundo. Los elementos del budismo se han conservado desde el siglo v antes de Cristo: es decir, desde la época de Heráclito, de Pitágoras, de Zenón, hasta nuestro tiempo, cuando el doctor Suzuki la expone en el Japón. Los elementos son los mismos. La religión ahora está incrustada de mitología, de astronomía, de extrañas creencias, de magia, pero ya que el tema es complejo, me limitaré a lo que tienen en común las diversas sectas. Éstas pueden corresponder al Hinayana o el pequeño vehículo. Consideremos ante todo la longevidad del budismo.
Esa longevidad puede explicarse por razones históricas, pero tales razones son fortuitas o, mejor dicho, son discutibles, falibles. Creo que hay dos causas fundamentales. La primera es la tolerancia del budismo. Esa extraña tolerancia no corresponde, como en el caso de otras religiones, a distintas épocas: el budismo siempre fue tolerante.
No ha recurrido nunca al hierro o al fuego, nunca ha pensado que el hierro o el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de la India, se hizo budista, no trató de imponer a nadie su nueva religión. Un buen budista puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sintoísta, o taoísta, o católico, puede ser prosélito del Islam o de la religión judía, con toda libertad. En cambio, no le está permitido a un cristiano, a un judío, a un musulmán, ser budista.
La tolerancia del budismo no es una debilidad, sino que pertenece a su índole misma. El budismo fue, ante todo, lo que podemos llamar un yoga. ¿Qué es la palabra yoga? Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo y que tiene su origen en el latín yugu.
Un yugo, una disciplina que el hombre se impone. Luego, si comprendemos lo que el Buddha predicó en aquel primer sermón del Parque de las Gacelas de Benares hace dos mil quinientos años, habremos comprendido el budismo. Salvo que no se trata de comprender, se trata de sentido de un modo hondo, de sentido en cuerpo y alma; salvo, también, que el budismo no admite la realidad del cuerpo ni del alma. Trataré de exponerlo.
Además, hay otra razón. El budismo exige mucho de nuestra fe. Es natural, ya que toda religión es un acto de fe. Así como la patria es un acto de fe. ¿Qué es, me he preguntado muchas veces, ser argentino? Ser argentino es sentir que somos argentinos. ¿Qué es ser budista?
Ser budista, es, no comprender, porque eso puede cumplirse en pocos minutos, sentir las cuatro nobles verdades y el óctuple camino.
No entraremos en los vericuetos del óctuple camino, pues esa cifra obedece al hábito hindú de dividir y subdividir, pero si en las cuatro nobles verdades.
Hay, además, la leyenda del Buddha. Podemos descreer de esa leyenda. Tengo un amigo japonés, budista zen, con el cual he mantenido largas y amistosas discusiones. Yo le decía que creía en la verdad histórica del Buddha. Creía, y creo, que hace dos mil quinientos años hubo un príncipe del Nepal llamado Siddharta o Gautama que llegó a ser el Buddha, es decir, el Despierto, el Lúcido -a diferencia de nosotros que estamos dormidos o que estamos soñando ese largo sueño que es la vida -. Recuerdo una frase de Joyce: "La historia es una pesadilla de la que quiero despertarme." Pues bien, Siddharta, a la edad de treinta años, llegó a despertarse y a ser el Buddha.
Con aquel amigo que era budista (yo no estoy seguro de ser cristiano y estoy seguro de no ser budista) yo discutía y le decía: "¿Por qué no creer en el príncipe Siddharta, que nació en Kapilovastu quinientos años antes de la era cristiana?" Él me respondía: "Porque no tiene ninguna importancia; lo importante es creer en la Doctrina". Agregó, creo que con más ingenio que verdad, que creer en la existencia histórica del Buddha o interesarse en ella seria algo así como confundir el estudio de las matemáticas con la biografía de Pitágoras o Newton. Uno de los temas de meditación que tienen los monjes en los monasterios de la China y el Japón, es dudar de la existencia del Buddha. Es una de las dudas que deben imponerse para llegar a la verdad.
Las otras religiones exigen mucho de nuestra credulidad. Si somos cristianos, debemos creer que una de las tres personas de la Divinidad condescendió a ser hombre y fue crucificado en Judea. Si somos musulmanes tenemos que creer que no hay otro dios que Dios y que Muhammad es su apóstol. Podemos ser buenos budistas y negar que el Buddha existió o, mejor dicho, podemos pensar, debemos pensar que no es importante nuestra creencia en lo histórico: lo importante es creer en la Doctrina. Sin embargo, la leyenda del Buddha es tan hermosa que no podemos dejar de referirla.
Los franceses se han dedicado con especial atención al estudio dé la leyenda del Buddha. Su argumento es éste: la biografía del Buddha es lo que le ocurrió a un solo hombre en un breve periodo de tiempo. Puede haber sido de este modo o de tal otro. En cambio, la leyenda del Buddha ha iluminado y sigue iluminando a millones de hombres. La leyenda es la que ha inspirado tantas hermosas pinturas esculturas y poemas. El budismo, además de ser una religión, es una mitología, una cosmología, un sistema metafísico, o, mejor dicho, una serie de sistemas metafísicos, que no se entienden y que discuten entre sí.
La leyenda del Buddha es iluminativa y su creencia no se impone.
En el Japón se insiste en la no historicidad del Buddha. Pero sí en la Doctrina. La leyenda empieza en el cielo. En el cielo hay alguien que durante siglos y siglos, podemos decir literalmente, durante un número infinito de siglos, ha ido perfeccionándose hasta comprender que en la próxima encarnación será el Buddha.
Elige el continente en que ha de nacer. Según la cosmogonía budista el mundo está dividido en cuatro continentes triangulares yen el centro hay una montaña de oro: el monte Meru. Nacerá en el que corresponde a la India. Elige el siglo en que nacerá; elige la casta, elige la madre. Ahora, la parte terrenal de la leyenda. Hay una reina, Maya. Maya significa ilusión. La reina tiene un sueño que corre el albur de parecernos extravagante pero no lo es para los hindúes.
Casada con el rey Suddhodana, soñó que un elefante blanco de seis colmillos, que erraba en las montañas del oro, entró en su costado izquierdo sin causarle dolor. Se despierta; el rey convoca a sus astrólogos y éstos le explican que la reina dará a luz un hijo que podrá ser el emperador del mundo o que podrá ser el Buddha: el Despierto, el Lúcido, el ser destinado a salvar a todos los hombres. Previsiblemente, el rey elige el primer destino: quiere que su hijo sea el emperador del mundo.
Volvamos al detalle del elefante blanco de seis colmillos. Oldemberg hace notar que el elefante de la India es animal doméstico y cotidiano. El color blanco es siempre símbolo de inocencia. ¿Por qué seis colmillos? Tenemos que recordar (habrá que recurrir a la historia alguna vez) que el número seis, que para nosotros es arbitrario y de algún modo incómodo (ya que preferimos el tres o el siete), no lo es en la India, donde se cree que hay seis dimensiones en el espacio: arriba, abajo, atrás, adelante, derecha, izquierda. Un elefante blanco de seis colmillos no es extravagante para los hindúes.
El rey convoca a los magos y la reina da a luz sin dolor. Una higuera inclina sus ramas para ayudarla. El hijo nace de pie y al nacer da cuatro pasos: al Norte, al Sur, al Este y al Oeste, y dice con voz de león: "Soy el incomparable; éste será mi último nacimiento". Los hindúes creen en un número infinito de nacimientos anteriores. El príncipe crece, es el mejor arquero, es el mejor jinete, el mejor nadador, el mejor atleta, el mejor calígrafo, confuta a todos los doctores (aquí podemos pensar en Cristo y los doctores). A los dieciséis años se casa.
El padre sabe - los astrólogos se lo han dicho - que su hijo corre el peligro de ser el Buddha, el hombre que salva a todos los demás si conoce cuatro hechos que son: la vejez, la enfermedad, la muerte y el ascetismo. Recluye a su hijo en un palacio, le suministra un harén, no diré la cifra de mujeres porque corresponde a una exageración hindú evidente. Pero, por qué no decirlo: eran ochenta y cuatro mil.
El príncipe vive una vida feliz; ignora que hay sufrimiento en el mundo, ya que le ocultan la vejez, la enfermedad y la muerte. El día predestinado sale en su carroza por una de las cuatro puertas del palacio rectangular. Digamos, por la puerta del Norte. Recorre un trecho y ve un ser distinto de todos los que ha visto. Está encorvado, arrugado, no tiene pelo. Apenas puede caminar, apoyándose en un bastón. Pregunta quién es ese hombre, si es que es un hombre. El cochero le contesta que es un anciano y que todos seremos ese hombre si seguimos viviendo.
El príncipe vuelve al palacio, perturbado. Al cabo de seis días vuelve a salir por la puerta del Sur. Ve en una zanja a un hombre aún más extraño, con la blancura de la lepra y el rostro demacrado. Pregunta quién es ese hombre, si es que es un hombre. Es un enfermo, le contesta el cochero; todos seremos ese hombre si seguimos viviendo. El príncipe, ya muy inquieto, vuelve al palacio. Seis días más tarde sale nuevamente y ve a un hombre que parece dormido, pero cuyo color no es el de esta vida. A ese hombre lo llevan otros. Pregunta quién es. El cochero le dice que es un muerto y que todos seremos ese muerto si vivimos lo suficiente.
El príncipe está desolado. Tres horribles verdades le han sido reveladas: la verdad de la vejez, la verdad de la enfermedad, la verdad de la muerte. Sale una cuarta vez. Ve a un hombre casi desnudo, cuyo rostro está lleno de serenidad. Pregunta quién es. Le dicen que es un asceta, un hombre que ha renunciado a todo y que ha logrado la beatitud.
El príncipe resuelve abandonar todo; él, que ha llevado una vida tan rica. El budismo cree que el ascetismo puede convenir, pero después de haber probado la vida. No se cree que nadie deba empezar negándose nada. Hay que apurar la vida hasta las heces y luego desengañarse de ella; pero no sin conocimiento de ella.
El príncipe resuelve ser el Buddha. En ese momento le traen una noticia: su mujer, Jasodhara, ha dado a luz un hijo. Exclama: "Un vínculo ha sido forjado." Es el hijo que lo ata a la vida. Por eso le dan el nombre de Vínculo. Siddharta está en su harén, mira a esas mujeres que son jóvenes y bellas y las ve ancianas horribles, leprosas.Va al aposento de su mujer. Está durmiendo. Tiene al niño en los brazos. Está por besarla, pero comprende que si la besa no podrá desprenderse de ella, y se va.
Busca maestros. Aquí tenemos una parte de la biografía que puede no ser legendaria. ¿Por qué mostrarlo discípulo de maestros que después abandonará? Los maestros le enseñan el ascetismo, que él ejerce durante mucho tiempo. Al final está tirado en medio del campo, su cuerpo está inmóvil y los dioses que lo ven desde los treinta y tres cielos, piensan que ha muerto. Uno de ellos, el más sabio, dice:
"No, no ha muerto; será el Buddha". El príncipe se despierta, corre a un arroyo que está cerca, toma un poco de alimento y se sienta bajo la higuera sagrada: el árbol de la ley, podríamos decir.
Sigue un entreacto mágico, que tiene su correspondencia con los Evangelios: es la lucha con el demonio. El demonio se llama Mara.
Ya hemos visto esa palabra nightmare, demonio de la noche. El demonio siente que domina el mundo pero que ahora corre peligro y sale de su palacio. Se han roto las cuerdas de sus instrumentos de música, el agua se ha secado en las cisternas. Apresta sus ejércitos, monota en el elefante que tiene no sé cuántas millas de altura, multiplica sus brazos, multiplica sus armas y ataca al príncipe. El príncipe está sentado al atardecer bajo el árbol del conocimiento, ese árbol que ha nacido al mismo tiempo que él.
El demonio y sus huestes de tigres, leones, camellos, elefantes y guerreros monstruosos le arrojan flechas. Cuando llegan a él, son flores. Le arrojan montañas de fuego, que forman un dosel sobre su cabeza. El príncipe medita inmóvil, con los brazos cruzados. Quizá no sepa que lo están atacando. Piensa en la vida; está llegando al nirvana, a la salvación. Antes de la caída del sol, el demonio ha sido derrotado. Sigue una larga noche de meditación; al cabo de esa noche, Siddharta ya no es Siddharta. Es el Buddha: ha llegado al nirvana.
Resuelve predicar la ley. Se levanta, ya se ha salvado, quiere salvar a los demás. Predica su primer sermón en el Parque de las Gacelas de Benares. Luego otro sermón, el del fuego, en el que dice que todo está ardiendo: almas, cuerpos, cosas están en: fuego. Más o menos por aquella fecha, Heráclito de Éfeso decía que todo es fuego.
Su ley no es la del ascetismo, ya que para el Buddha el ascetismo es un error. El hombre no debe abandonarse a la vida carnal porque la vida carnal es baja, innoble, bochornosa y dolorosa; tampoco al ascetismo, que también es innoble y doloroso. Predica una vía media -para seguir la terminología teológica -, ya ha alcanzado el nirvana y vive cuarenta y tantos años, que dedica a la prédica. Podría haber sido inmortal pero elige el momento de su muerte, cuando ya tiene muchos discípulos.
Muere en casa de un herrero. Sus discípulos lo rodean. Están desesperados. ¿Qué van a hacer sin él? Les dice que él no existe, que es un hombre como ellos, tan irreal y tan mortal como ellos, pero que les deja su Ley. Aquí tenemos una gran diferencia con Cristo. Creo que Jesús les dice a sus discípulos que si dos están reunidos, él será el tercero. En cambio, el Buddha les dice: les dejo mi Ley. Es decir, ha puesto en movimiento la rueda de la ley en el primer sermón. Luego vendrá la historia del budismo. Son muchos los hechos: el lamaísmo, el budismo mágico, el Mahayana o gran vehículo, que sigue al Hinavana o pequeño vehículo, el budismo zen del Japón.
Yo tengo para mí que si hay dos budismos que se parecen, que son casi idénticos, son el que predicó el Buddha y lo que se enseña ahora en la China y el Japón, el budismo zen. Lo demás son incrustaciones mitológicas, fábulas. Algunas de esas fábulas son interesantes. Se sabe que el Buddha podía ejercer milagros, pero al igual que a Jesucristo, le desagradaban los milagros, le desagradaba ejercerlos. Le parece una ostentación vulgar. Hay una historia que contaré: la del bol de sándalo.
Un mercader, en una ciudad de la India, hace tallar un pedazo de sándalo en forma de bol. Lo pone en lo alto de una serie de cañas de bambú, una especie de altísimo palo enjabonado. Dice que dará el bol de sándalo a quien pueda alcanzarlo. Hay maestros heréticos que lo intentan en vano. Quieren sobornar al mercader para que diga que lo han alcanzado. El mercader se niega y llega un discípulo menor del Buddha. Su nombre no se menciona, fuera de ese episodio.
El discípulo se eleva por el aire, vuela seis veces alrededor del bol, lo recoge y se lo entrega al mercader. Cuando el Buddha oye la historia lo hace expulsar de la orden, por haber realizado algo tan baladí.
Pero también el Buddha hizo milagros. Por ejemplo éste, un milagro de cortesía. El Buddha tiene que atravesar un desierto a la hora del mediodía. Los dioses, desde sus treinta y tres cielos, le arrojan una sombrilla cada uno. El Buddha, que no quiere desairar a ninguno de los dioses, se multiplica en treinta y tres Buddhas, de modo que cada uno de los dioses ve, desde arriba, un Buddha protegido por la sombrilla que le ha arrojado.
Entre los hechos del Buddha hay uno iluminativo: la parábola de la flecha. Un hombre ha sido herido en batalla y no quiere que le saquen la flecha. Antes quiere saber el nombre del arquero, a qué casta pertenecía, el material de la flecha, en qué lugar estaba el arquero, qué longitud tiene la flecha. Mientras están discutiendo estas cuestiones, se muere. "En cambio -dice el Buddha-, yo enseño a arrancar la flecha." ¿Qué es la flecha? Es el universo. La flecha es la idea del yo, de todo lo que llevamos clavado. El Buddha dice que no debemos perder tiempo en cuestiones inútiles.Por ejemplo: ¿es finito o infinito el universo? ¿El Buddha vivirá después del nirvana o no? Todo eso es inútil, lo importante es que nos arranquemos la flecha.
Se trata de un exorcismo, de una ley de salvación.
Dice el Buddha: "Así como el vasto océano tiene un solo sabor, el sabor de la sal, el sabor de la leyes el sabor de la salvación". La ley que él enseña es vasta como el mar pero tiene un solo sabor: el sabor de la salvación. Desde luego, los continuadores se han perdido (o han encontrado tal vez mucho) en disquisiciones metafísicas. El fin del budismo no es ése. Un budista puede profesar cualquier religión, siempre que siga esa ley. Lo que importa es la salvación y las cuatro nobles verdades: el sufrimiento, el origen del sufrimiento, la curación del sufrimiento y el medio para llegar a la curación. Al final está el nirvana. El orden de las verdades no importa. Se ha dicho que corresponden a una antigua tradición médica en que se trata del mal, del diagnóstico, del tratamiento y de la cura. La cura, en este caso, es el nirvana.
Ahora llegamos a lo difícil. A lo que nuestras mentes occidentales tienden a rechazar. La transmigración, que para nosotros es un concepto ante todo poético. Lo que transmigra no es el alma, porque el budismo niega la existencia del alma, sino el karma, que es una suerte de organismo mental, que transmigra infinitas veces. En el Occidente esa idea está vinculada a varios pensadores, sobre todo a Pitágoras. Pitágoras reconoció el escudo con el que se había batido en la guerra de Troya, cuando él tenía otro nombre. En el décimo libro de La República de Platón está el sueño de Er. Ese soldado ve las almas que antes de beber en el rio del Olvido, eligen su destino. Agamenón elige ser un águila, Orfeo un cisne y Ulises -que alguna vez se llamó Nadie- elige ser el más modesto y el más desconocido de los hombres. .
Hay un pasaje de Empédocles de Agrigento que recuerda sus vidas anteriores: "Yo fui doncella, yo fui una rama, yo fui un ciervo y fui un mudo pez que surge del mar." César atribuye esa doctrina a los druidas. El poeta celta Taliesi dice que no hay una forma en el universo que no haya sido la suya: "He sido un jefe en la batalla, he sido una espada en la mano, he sido un puente que atraviesa sesenta ríos, estuve hechizado en la espuma del agua, he sido una estrella, he sido una luz, he sido un árbol, he sido una palabra en un libro, he sido un libro en el principio." Hay un poema de Rubén Darío, tal vez el más hermoso de los suyos, que empieza así: "Yo fui un soldado que durmió en el lecho / de Cleopatra la reina..." La transmigración ha sido un gran tema de la literatura. La encontramos, también entre los místicos. Plotino dice que pasar de una vida a otra es como dormir en distintos lechos y en distintas habitaciones. Creo que todos hemos tenido alguna vez la sensación de haber vivido un momento parecido en vidas anteriores. En un hermoso poema de Dante Gabriel Rossetti,"Sudden light", se lee, I have been here before, "Yo estuve aquí". Se dirige a una mujer que ha poseído o que va a poseer y le dice: "Tú ya has sido mía y has sido mía un número infinito de veces y seguirás siendo mía infinitamente." Esto nos lleva a la doctrina de los ciclos, que está tan cerca del budismo, y que San Agustín refutó en La Ciudad de Dios.
Porque a los estoicos y a los pitagóricos les había llegado la noticia de la doctrina hindú: que el universo consta de un número infinito de ciclos que se miden por calpas. La calpa trasciende la imaginación de los hombres. Imaginemos una pared de hierro. Tiene dieciséis millas de alto y cada seiscientos años un ángel la roza. La roza con una tela finísima de Benares. Cuando la tela haya gastado la muralla que tiene dieciséis millas de alto, habrá pasado el primer día de una de las calpas y los dioses también duran lo que duran las calpas y después mueren.
La historia del universo está dividida en ciclos y en esos ciclos hay largos eclipses en los que no hay nada o en los que sólo quedan las palabras del Veda. Esas palabras son arquetipos que sirven para crear las cosas. La divinidad Brahma muere también y renace. Hay un momento bastante patético en el que Brahma se encuentra en su palacio. Ha renacido después de una de esas calpas, después de uno de esos eclipses. Recorre las habitaciones, que están vacías. Piensa en otros dioses. Los otros dioses surgen a su mandato; y creen que el Brahma los ha creado porque estaban ahí antes.
Detengámonos en esta visión de la historia del universo. En el budismo no hay un Dios; o puede haber un Dios pero no es lo esencial. Lo esencial es que creamos que nuestro destino ha sido prefijado por nuestro karma o karman. Si me ha tocado nacer en Buenos Aires en 1899, si me ha tocado ser ciego, si me ha tocado estar pronunciando esta noche esta conferencia ante ustedes, todo esto es obra de mi vida anterior. No hay un solo hecho de mi vida que no haya sido prefijado por mi vida anterior. Eso es lo que se llama el karma. El karma, ya lo he dicho, viene a ser una estructura mental, una finísima estructura mental.
Estamos tejiendo y entretejiendo en cada momento de nuestra vida. Es que tejen, no sólo nuestras voliciones, nuestros actos, nuestros semisueños, nuestro dormir, nuestra semivigilia: perpetuamente estamos tejiendo esa cosa. Cuando morimos, nace otro ser que hereda nuestro karma.
Deussen, discípulo de Schopenhauer, que quiso tanto al budismo, cuenta que se encontró en la India con un mendigo ciego y se compadeció de él. El mendigo le dijo: "Si yo he nacido ciego, ello se debe a las culpas cometidas en mi vida anterior; es justo que yo sea ciego".
La gente acepta el dolor. Gandhi se opone a la fundación de hospitales diciendo que los hospitales y las obras de beneficencia simplemente atrasan el pago de una deuda, que no hay que ayudar a los demás: si los demás sufren deben sufrir puesto que es una culpa que tienen que pagar y si yo los ayudo estoy demorando que paguen esa deuda, El karma es una ley cruel, pero tiene una curiosa consecuencia matemática: si mi vida actual está determinada por mi vida anterior, esa vida anterior estuvo determinada por otra; y ésa, por otra, y así sin fin. Es decir: la letra z estuvo determinada por la y, la y por la x, la x por la v, la v por la u, salvo que ese alfabeto tiene fin pero no tiene principio. Los budistas y los hindúes, en general, creen en un infinito actual; creen que para llegar a este momento ha pasado ya un tiempo infinito, y al decir infinito no quiero decir indefinido, innumerable, quiero decir estrictamente infinito.
De los seis destinos que están permitidos a los hombres (alguien puede ser un demonio, puede ser una planta, puede ser un animal), el más difícil es el de ser hombre, y debemos aprovecharlo para salvarnos.
El Buddha imagina en el fondo del mar una tortuga y una ajorca que flota. Cada seiscientos años, la tortuga saca la cabeza y seria muy raro que la cabeza calzara en la ajorca. Pues bien, dice el Buddha, "tan raro como el hecho de que suceda eso con la tortuga y la ajorca es el hecho de que seamos hombres. Debemos aprovechar el ser hombres para llegar al nirvana".
¿Cuál es la causa del sufrimiento, la causa de la vida, ya que negamos el concepto de un Dios, ya que no hay un dios personal que cree el universo? Ese concepto es lo que Buddha llama la zen. La palabra zen puede parecernos extraña, pero vamos a compararla con otras palabras que conocemos.
Pensemos por ejemplo en la Voluntad de Schopenhauer. Schopenhauer concibe Die Welt als Wille und Vorstellung, El mundo como voluntad y representación. Hay una voluntad que se encarna en cada uno de nosotros y produce esa representación que es el mundo.
Eso lo encontramos en otros filósofos con un nombre distinto. Bergson habla del élan vital, del ímpetu vital; Bernard Shaw, de the life force, la fuerza vital, que es lo mismo. Pero hay una diferencia: para Bergson y para Shaw el élan vital son fuerzas que deben imponerse, debemos seguir soñando el mundo, creando el mundo. Para Schopenhauer, para el sombrío Schopenhauer, y para el Buddha, el mundo es un sueño, debemos dejar de soñarlo y podemos llegar a ello mediante largos ejercicios. Tenemos al principio el sufrimiento, que viene a ser la zen. Y la zen produce la vida y la vida es, forzosamente, desdicha; ya que ¿qué es vivir? Vivir es nacer, envejecer, enfermarse, morir, además de otros males, entre ellos uno muy patético, que para el Buddha es uno de los más patéticos: no estar con quienes queremos.
Tenemos que renunciar a la pasión. El suicidio no sirve porque es acto apasionado. El hombre que se suicida está siempre en el mundo de los sueños. Debemos llegar a comprender que el mundo es una aparición, un sueño, que la vida es sueño. Pero eso debemos sentirlo profundamente, llegar a ello a través de los ejercicios de meditación.
En los monasterios budistas uno de los ejercicios es éste: el neófito tiene que vivir cada momento de su vida viviéndolo plenamente. Debe pensar: "ahora es el mediodía, ahora estoy atravesando el patio, ahora me encontraré con el superior", y al mismo tiempo debe pensar que el mediodía, el patio y el superior son irreales, son tan irreales como él y como sus pensamientos. Porque el budismo niega el yo.
Una de las desilusiones capitales es la del yo. El budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonia Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales. Si digo "yo pienso", estoy incurriendo en un error, porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es así. Habría que decir, apunta Hume, no "yo pienso", sino "se piensa", como se dice "llueve". Al decir llueve, no pensamos que la lluvia ejerce una acción; no, está sucediendo algo. De igual modo, como se dice hace calor, hace frío, llueve, debemos decir: se piensa, se sufre, y evitar el sujeto.
En los monasterios budistas los neófitos son sometidos a una disciplina muy dura. Pueden abandonar el monasterio en el momento que quieran. Ni siquiera -me dice María Kodama - se anotan los nombres. El neófito entra en el monasterio y lo someten a trabajos muy duros. Duerme y al cabo de un cuarto de hora lo despiertan; tiene que lavar, tiene que barrer; si se duerme lo castigan físicamente. Así, tiene que pensar todo el tiempo, no en sus culpas, sino en la irrealidad de todo. Tiene que hacer un continuo ejercicio de irrealidad.
Llegamos ahora al budismo zen y a Bodhidharma. Bodhidharma fue el primer misionero, en el siglo VI. Bodhidharma se traslada de la India a la China y se encuentra con un emperador que había fomentado el budismo y le enumera monasterios y santuarios y le informa del número de neófitos budistas. Bodhidharma le dice: 'Todo eso pertenece al mundo de la ilusión; los monasterios y los monjes son tan irreales como tú y como yo." Después se va a meditar y se sienta contra una pared.
La doctrina llega al Japón y se ramifica en diversas sectas. La más famosa es la zen. En la zen se ha descubierto un procedimiento para llegar a la iluminación. Sólo sirve después de años de meditación. Se llega bruscamente; no se trata de una serie de silogismos. Uno debe
intuir de pronto la verdad. El procedimiento se llama satori y consiste en un hecho brusco, que está más allá de la lógica.
Nosotros pensamos siempre en términos de sujeto, objeto, causa, efecto, lógico, ilógico, algo y su contrario; tenemos que rebasar esas categorías. Según los doctores de la zen, llegar a la verdad por una intuición brusca, mediante una respuesta ilógica. El neófito pregunta al maestro qué es el Buddha. El maestro le responde: "El ciprés es el huerto." Una contestación del todo ilógica que puede despertar la verdad. El neófito pregunta por qué Bodhidharma vino del Oeste. El maestro puede responder: "Tres libras de lino." Estas palabras no encierran un sentido alegórico; son una respuesta disparatada para despertar, de pronto, la intuición. Puede ser un golpe, también. El discípulo puede preguntar algo y el maestro puede contestar con un golpe. Hay una historia -desde luego tiene que ser legendaria- sobre Bodhidharma.
A Bodhidharma lo acompañaba un discípulo que le hacía preguntas y Bodhidharma nunca contestaba. El discípulo trataba de meditar y al cabo de un tiempo se cortó el brazo izquierdo y se presentó ante el maestro como una prueba de que quería ser su discípulo. Como una prueba de su intención se mutiló deliberadamente. El maestro, sin fijarse en el hecho, que al fin de todo era un hecho físico, un hecho ilusorio, le dijo: "¿Qué quieres?" El discípulo le respondió:
"He estado buscando mi mente durante mucho tiempo y no la he encontrado." El maestro resumió: "No la has encontrado porque no existe." En ese momento el discípulo comprendió la verdad, comprendió que no existe el yo, comprendió que todo es irreal. Aquí tenemos, más o menos, lo esencial del budismo zen.
Es muy difícil exponer una religión, sobre todo una religión que uno no profesa. Creo que lo importante no es que vivamos el budismo como un juego de leyendas, sino como una disciplina; una disciplina que está a nuestro alcance y que no exige de nosotros el ascetismo. Tampoco nos permite abandonarnos a las licencias de la vida carnal. Lo que nos pide es la meditación, una meditación que no tiene que ser sobre nuestras culpas, sobre nuestra vida pasada.
Uno de los temas de meditación del budismo zen es pensar que nuestra vida pasada fue ilusoria. Si yo fuera un monje budista pensaría en este momento que he empezado a vivir ahora, que toda la vida anterior de Borges fue un sueño, que toda la historia universal fue un sueño. Mediante ejercicios de orden intelectual nos iremos liberando de la zen. Una vez que comprendamos que el yo no existe, no pensaremos que el yo puede ser feliz o que nuestro deber es hacerlo feliz.
Llegaremos a un estado de calma. Eso no quiere decir que el nirvana equivalga a la sensación del pensamiento y una prueba de ello estaría en la leyenda del Buddha. El Buddha, bajo la higuera sagrada, llega al nirvana, y, sin embargo, sigue viviendo y predicando la ley durante muchos años.
¿Qué significa llegar al nirvana? Simplemente, que nuestros actos ya no arrojan sombras. Mientras estamos en este mundo estamos sujetos al karma. Cada uno de nuestros actos entreteje esa estructura mental que se llama karma. Cuando hemos llegado al nirvana nuestros actos ya no proyectan sombras, estamos libres. San Agustín dijo que cuando estamos salvados no tenemos por qué pensar en el malo en el bien. Seguiremos obrando el bien, sin pensar en ello.
¿Qué es el nirvana? Buena parte de la atención que ha suscitado el budismo en el Occidente se debe a esta hermosa palabra. Parece imposible que la palabra nirvana no encierre algo precioso. ¿Qué es el nirvana, literalmente? Es extinción, apagamiento. Se ha conjeturado que cuando alguien alcanza el nirvana, se apaga. Pero cuando muere, hay gran nirvana, y entonces, la extinción. Contrariamente, un orientalista austriaco hace notar que el Buddha usaba la física de su época, y la idea de la extinción no era entonces la misma que ahora: porque se pensaba que una llama, al apagarse, no desaparecía.
Se pensaba que la llama seguía viviendo, que perduraba en otro estado, y decir nirvana no significaba forzosamente la extinción. Puede significar que seguimos de otro modo. De un modo inconcebible para nosotros. En general, las metáforas de los místicos son metáforas nunciales, pero las de los budistas son distintas. Cuando se habla del nirvana no se habla del vino del nirvana o de la rosa del nirvana o del abrazo del nirvana. Se lo compara, más bien, con una isla. Con una isla firme en medio de las tormentas. Se lo compara con una alta torre; puede comparárselo con un jardín, también. Es algo que existe por su cuenta, más allá de nosotros.
Lo que he dicho hoy es fragmentario. Hubiera sido absurdo que yo expusiera una doctrina a la cual he dedicado tantos años -y de la que he entendido poco, realmente - con ánimo de mostrar una pieza de museo. Para mí el budismo no es una pieza de museo: es un camino de salvación. No para mí, pero para millones de hombres. Es la religión más difundida del mundo y creo haberla tratado con todo respeto, al exponerla esta noche.

lunes, abril 18

Zange 》endoku iaku

"Zange" significa "pedir perdon al Gohonzon."  Sin embargo, uno tendria que responder naturalmente: "Pero pedir perdon a quien y por que? Despues de todo, Gohonzon no es Dios. Suena como si fuera Confesion!"  Pero el gosho persiste: "Incluso un pequeno error puede destinar a alguien a los malos caminos si el transgresor no se arrepiente; pero hasta una grave ofensa puede ser enmendada si quien la cometio muestra verdadero arrepentimiento."  El Sutra Bodhisatva Fugen contiene la explicacion de la realizacion de zange: "Si usted desea hacer zange sientese derecho y medite sobre la verdadera entidad de la vida."  En otras palabras, Dick Causton explica: "Zange consiste en reconocer con todo el corazon y con profundo arrepentimiento que el sufrimiento por el que pasas ahora se debe a una causa inherente en tu vida, la cual no solo te llevo a calumniar el Gohonzon en tus vidas pasadas, sino que tambien continua causandote sufrimiento en esta vida."  Confieso que la primera vez que lei esto, aun despues de haber terminado de leer el articulo completo, no entendi el mensaje.  Recorde que habia escuchado a una Sra. hablar de algo similar, y decia: "Cuando me orientaron me dijeron que mi sufrimiento se debia a que yo habia calumniado al Gohonzon en vidas pasadas, pero yo sabia que yo habia calumniado al Gohonzon en esta vida."  Personalmente, yo pense lo mismo -yo lo he calumniado en esta vida, y hasta puedo recordarlo cuando! Entonces, porque tengo que preocuparme en reconocer que fue lo que hice en vidas pasadas? (El budismo postula el concepto de reencarnacion y que en nuestra presente existencia hemos nacido con un karma que predetermina nuestras alegrias y sufrimientos de la vida de acuerdo con las acciones que hemos cometido en vidas pasadas.).  

Lo que sucedia era que justamente alli radicaba una de las partes mas dificiles de realizar el zange:  Reconocer que hemos calumniado al Gohonzon, al Sutra de Loto, y a las ensenanzas de Nichiren Daishonin en vidas pasadas.  Claro, como podriamos reconocer algo que ni siquiera recordamos?  Sin embargo, la ensenanza budista senala que todo sufrimiento se debe a tal calumnia, la cual se manifiesta como menosprecio, negacion, o duda de estas ensenanzas.  Lo que me parecio aun mas impresionante fue descubrir que tales calumnias no solo se cometen cuando calumniamos directamente las ensenanzas del Buda, como cuando prevenimos a otros que practiquen el budismo, causamos discordia entre personas, odiamos, u ofendemos a otros: En terminos budistas esta "calumnia" se refiere a cualquier accion que involucra falta de respeto por cualquier forma de vida.  En otras palabras, causar contaminacion, injusticia, hacer mal uso de las posesiones o dinero de otras personas, y por supuesto matar, y otros actos criminales tambien constintuyen calumnia.  Incluso hacer mal uso de nuestro propio cuerpo al beber o comer en exceso se considera como cometer tal calumnia.  De hecho, no podemos evitar cometer al menos "pequenas calumnias" en nuestra vida por lo que es importante siempre mantenernos entonando daimoku y luchando por mejorar.  Sinceramente, reconocer desde lo profundo de mi corazon haber cometido calumnia en contra de las ensenanzas del Buda en vidas pasadas fue dificil de aceptar, pero gracias a mi constante daimoku, siento que empiezo a hacerlo.

Ahora hay que preguntarse, por que cometemos calumnia?  El budismo explica que la "Ley de Causa y Efecto" se manifiesta en 4 maneras distintas, estas son: nyoze-in, nyose-en, nyoze-ka, nyoze-ho: la causa inherente, la causa externa, el efecto latente y el efecto manifiesto.  Explicaremos aqui la causa inherente y la causa externa que son las que van directamente mas conectadas con el concepto de zange. Por ejemplo, si remueves lo que parece ser un vaso de agua clara y pura con una cuchara y esta agua se vuelve turbia, la causa de este resultado turbio no es la cuchara (la causa externa), sino el hecho de que existe suciedad en el agua (la causa inherente).  Es decir, cuando cometemos una falta, ya sea ofensa hacia otro, maltrato a un ser viviente, hablar en contra de una ensenanza budista, etc., esta falta es la causa externa.  Sin embargo, lo que concierne a la practica del Nam-myoho-renge-kyo, no son estas causas, sino la causa inherente, es decir, el hecho de que tales causas representan la negacion, o ignorancia, es decir, la calumnia al Gohonzon, al Sutra de Loto, y a la ensenanza de Nichiren Daishonin.  De aqui que se podria decir que no importa que es lo que hayamos "hecho" en el pasado, es decir, la causa externa (como odiar a alguien o prevenir a alguien de practicar el budismo); lo que importa es la causa inherente que nos hizo comportarnos de tal manera, porque esta misma causa inherente (que se manifesto en las causas externas del pasado) aun existe profundamente en nuestra vida y por lo tanto nos esta causando sufrimiento en el presente.  Con esto es importante entender que incluso cuando exista el arrepentimiento por haber cometido un error, enfocarse en el error mismo no cambia la raiz o la causa real de tal comportamiento.  En lo que debemos enfocarnos es en aceptar, en arrepentirnos, en cambiar, en transformar esa causa inherente que no es otra que la negacion de las ensenanzas del Buda.

Seria imposible ponernos a pensar y recapitular todos los tipos de calumnias que hemos cometido incluso si nos limitamos solo a esta existencia.  Por eso, al arrepentirnos de la causa inherente estamos erradicando y cambiando todas esas calumnias (causas externas) de raiz.  La causa inherente es de hecho increiblemente simple y fundamental.  Ella es, en el fondo, uno de los tres venenos que acucian nuestra vida y la de todos los seres humanos: odio/ira (estado de infierno), avaricia (estado de hambre), estupidez/miedo (estado de animalidad).  Por que tenemos que sufrir a causa de la avaricia, la ira, y el miedo?  Sentimos avaricia y tratamos de quedarnos con lo maximo que podamos en esta existencia; manifestamos ira en la forma de arrogancia u odio porque deseamos tener poder; sentimos miedo y carecemos de confianza en nosotros mismos al erigir barreras para esconder nuestra verdadera naturaleza simplemente porque dudamos (en otras palabras, calumniamos) el ilimitado poder del Gohonzon, y especialmente que este existe en ninguna parte mas que dentro de nosotros mismos.  En otras palabras nos dejamos obnubilar por nuestra oscuridad fundamental.  En simples terminos, la oscuridad fundamental no es otra cosa que la negacion de que el estado de Buda reside dentro de uno mismo y dentro de la vida de cada ser humano; en otras palabras, dejarse llevar por la oscuridad fundamental es la negacion maxima de la ensenanza del budismo de Nichiren Daishonin y del Sutra de Loto.

Siendo miembro de la Soka Gakkai por tantos anios, todos estos conceptos no me sonaban ajenos en lo absoluto, pero solo esta vez (por "primera vez," una primera vez que fue dividida en leidas y releidas y reflexiones) todos ellos caian armoniosomanete y se formaban de la manera precisa para darme la explicacion de zange que tanto habia estado buscando.  Afortunadamente, Dick Causton se preocupo de dar las pautas precisas para realizar esta meditacion de zange y transformacion interior a traves del daimoku y asi superar el sufrimiento a traves del arrepentimiento sincero.  

sábado, octubre 3

Gohonzon: Objeto de respeto fundamental

El objeto de respeto fundamental en el Budismo de Nichiren Daishonin
Ueda: ¿Podría por favor explicar el significado del objeto de respeto fundamental dentro del Budismo de Nichiren Daishonin?
Presidente Ikeda: El hon de honzon connota la verdadera base de la vida y del universo; zonconnota veneración y reverencia hacia dicha base.
Por ende, si uno abraza como objeto de respeto fundamental algo que no constituye la base del universo, todo saldrá de su cauce normal y degenerará en una situación de desorden. Por ejemplo, hay personas que depositan su respeto fundamental en cosas como el dinero, los medios de comunicación, la ciencia y la tecnología, o los títulos universitarios.
Kimura: Sí. Otros dejan que su vida gire en torno a sus padres o a su pareja.
Presidente Ikeda: En el Budismo de Nichiren Daishonin, la Ley fundamental del universo es lo que se venera como objeto de respeto supremo. Esta Ley es, también, la esencia de nuestra propia vida.
Esto tal vez sea un poco difícil de entender, pero cuando oramos al objeto de respeto fundamental --el Gohonzon--, comienza a funcionar el principio budista de la "fusión entre la realidad y la sabiduría". La "realidad objetiva" del Gohonzon y la "sabiduría" de nuestra mente se fusionan en el nivel mas profundo y esencial. En otras palabras, en la oración se fusiona nuestra vida con la Ley suprema del universo.
Pensémoslo como los engranajes de un mecanismo de transmisión. Cuando un pequeño diente se encaja entre los de otro engranaje más grande, puede desplegar una tremenda fuerza que, de otro modo, estaría totalmente fuera de su capacidad. Del mismo modo, cuando sincronizamos el microcosmos de nuestra vida con el macrocosmos de la vida universal, podemos tomar contacto con una fuerza ilimitada que nos permite superar cualquier problema. Todas las deidades budistas --funciones protectoras del universo--, todos los budas y bodhisattvas de las diez direcciones se activan para que nuestros anhelos se traduzcan en un resultado positivo.
Ueda: ¿Así que la oración es lo que hace funcionar ese mecanismo de engranajes?
Presidente Ikeda: Efectivamente. Nam-myoho-renge-kyo es el sonido del gran ritmo universal, la usina de todas las actividades del universo. También es el corazón y la esencia del cosmos.
La Ley Mística es el origen de todos los cambios. Por eso, cuando invocamos Nam-myoho-renge-kyo, podemos activar las fuerzas universales y hacerlas actuar en nuestro apoyo. Al ritmo de Nam-myoho-renge-kyo se lo llama el ritmo del movimiento universal.
Creo que, hace tiempo, una película mostró la fuerza de invocar daimoku para activar las funciones protectoras del universo...
Kimura: ¡Ah, sí! Era una comedia norteamericana de acción llamada Inner Space (Viaje insólito), que narraba un viaje por el microcosmos interior del cuerpo humano. En determinado momento, el protagonista invoca daimoku para salir de una crisis. ¡Fue de lo más sorprendente ver las palabras Nam-myoho-renge-kyo impresas en los subtítulos de la película!
[ . . . ]

¿El Gohonzon no es un papel?
Kimura: ¿Qué hay con respecto a los que dicen que no quieren orar a un pedazo de papel impreso, porque un papel no puede tener el poder de resolver nuestros problemas?
Presidente Ikeda: Nuestro Gohonzon puede estar impreso, pero así y todo conserva su poder inherente. Un billete de 10 dólares está impreso, al igual que un diploma que certifica nuestro título profesional o que los documentos oficiales donde se nombra a los ministros del gabinete. Todos los documentos importantes están impresos, y cada uno de ellos conserva su poder específico.
El papel es una sustancia física, pero las palabras escritas en él son el espíritu y la esencia de Nichiren Daishonin. El Buda original del Ultimo Día de la Ley inscribió, en la tinta delGohonzon, su propia vida.
Yo, Nichiren, diluí mi vida y en ella impregné la tinta sumi con la cual inscribí este Gohonzon. Por eso, crea en él con todo su corazón".
El principio budista de la inseparabilidad entre la mente y el cuerpo nos enseña que lo físico y lo espiritual son una misma cosa. La vida se encuentra en la unión de ambos términos. ElGohonzon corporifica la vida del Buda. Cuando invocamos al Gohonzon, no estamos dirigiendo nuestras oraciones a una hoja de papel.
Los textos y libros también son papel impreso, pero al leer las palabras escritas sobre sus páginas adquirimos conocimientos, hacemos nuevos descubrimientos y hallamos nuevas ideas.
Tomemos otro ejemplo. Supongamos que nos cruzamos con un cartel que dice: "Estación de Tokio". Estas tres palabras contienen las muchas funciones que se llevan a cabo en una estación, desde ser cabecera del tren bala hasta ser la boca de acceso a la ciudad de Tokio. Desde luego, la estación de Tokio existiría igual sin el cartel, sin las palabras, al igual que sus muchas funciones. Pero el cartel y las palabras ayudan a la gente a encontrar la estación fácilmente.
Kimura: Los caracteres impresos en el Gohonzon representan un medio para que nos comuniquemos con el universo, ¿no?
Presidente Ikeda: Aquí va otro ejemplo. Un teléfono celular no sirve de nada sin estaciones centrales que transmitan las ondas de radio de un punto al otro. De la misma manera, elGohonzon es una "estación central" que nos permite comunicarnos con el universo.

(Fragmento de una serie de conversaciones sobre la juventud que mantiene el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, con los responsables de la División de Segunda Enseñanza Superior de la Soka Gakkai, Hidenobu Kimura (División Juvenil Masculina) y Yoshiko Ueda (División Juvenil Femenina), en representación de todos los miembros en esta etapa de sus estudios. El material fue publicado el 11 de febrero de 1998 en el Koko Shimpo, periódico quincenal de la División.)

jueves, septiembre 17

La vida, la muerte, y su sufrimiento


LA VISIÓN BUDISTA DE LA VIDA QUE TRASCIENDE EL SUFRIMIENTO DE LA MUERTE
El Buda Shakyamuni tomó conciencia de la eternidad de la vida a través de confrontar de manera directa el sufrimiento fundamental de la muerte, característico del ser humano. El presidente Ikeda analiza la naturaleza de la iluminación de Shakyamuni y la visión budista sobre la vida y la muerte.
Fortuna de Chile (Adaptado de Diálogo sobre la vida, vol. 3 publicado en japonés en marzo de 1974).
Todos los seres vivos tienen miedo instintivo a la muerte. En particular, la gente experimenta un temor indescriptible al pensar en la clase de mundo que lo estará esperando cuando cruce la frontera de la muerte.
Con loable valentía, Shakyamuni superó esta pulsión primordial a eludir la realidad de la muerte o a afrontarla con temor, y aceptó al sufrimiento como aspecto inherente a la existencia humana. Luego, basado en esta contemplación valerosa, ponderó profundamente la esencia de la vida y la muerte.
El budismo enseña la eternidad de la vida, pero no la expones como una respuesta simplista al anhelo de inmortalidad que suele experimentar la mente humana, Las enseñanzas budista sobre la transitoriedad de todos los fenómenos y sobre las cuatro nobles verdades (que esclarecen las causas y la resolución del sufrimiento) exponen de manera directa la realidad de la aflicciones ineludibles que el ser humano se empeña en negar. Shakyamuni no pretendió atenuar la realidad de la existencia brindando el consuelo de un mito o de una ficción; antes bien, la examinó con fría objetividad. Todo lo que nace está sujeto a morir. Lo afirmó como verdad inherente a la existencia.
¿Por qué morimos? ¿La vida y la muerte son dos instancias completamente separadas entre si? ¿O, al revés, están estrechamente interrelacionadas? ¿Existe una continuidad que subyace a ambas fases de la existencia? Shakyamuni, puesto a reflexionar sobre su propia vida, buscó responder a tales preguntas con objetividad, valentía y tenacidad. Y la verdad con respecto a la cual se iluminó es que la vida es eterna.
La existencia humana abarca tanto la vida como la muerte, fluye eternamente con una fuerza poderosa, repitiendo un ciclo que alterna fases de latencia y fase de manifestación activa. Shakyamuni observó esto en el fluir de su propia vida.
La suya no es una filosofía sobre la inmortalidad de alma, anciada en un apego obstinado a la vida, sino una sólida afirmación de la eternidad de la vida, basada en el reconocimiento de la ley causal que opera en cada ser individual.
El significado de la muerte, frente a esta concepción sobre la eternidad de la vida, es que los seres mueren en bien de su vida. Es como el sueño, que brinda el descanso necesario para poder despertar al día siguiente. En tal caso, morir es un “medio hábil” para vivir. El propósito de la muerte es hacer que la vida brille más y más, mientras que la vida es la actividad innata de la existencia. La vida y la muerte no son dos términos antagónicos; esta última existe en bien de la primera. Este es el significado de la enseñanza del Sutra del Loto según la cual “se entra en el nirvana como el medio hábil”.
El mensaje esencial del budismo no es pesimista ni negativo; tampoco es un optimismo irracional. La filosofía budista examina directamente los sufrimientos de la vida y propone
experimentar la vida con alegría, como resultado de un compromiso con la realidad, más que de eludirla o negarla. Mientras una escapa del sufrimiento, no puede experimentar alegría, como resultado de un compromiso con la realidad, más que eludirla o negarla. Mientras uno escapa del sufrimiento, no puede experimentar alegría genuina. En cambio, el profundo júbilo de vivir, que es un sentimiento perdurable e indestructible, surge cuando uno percibe claramente la realidad de ese sufrimiento que preferiría negar y lo confronta con valentía hasta trascenderlo.
¿Cuál es el propósito de la vida? ¿En qué consiste una existencia realmente significativa? ¿Qué sucede cuando morimos? ¿Qué es la muerte? Nichiren Daishonin nos exhorta a “aprender primero sobre la muerte, y luego sobre el resto de los asuntos”, con el propósito de señalar que solo podemos edificar una vida feliz si confrontamos de lleno la cuestión ineludible de la muerte.
El Sutra del Loto, esencia del Budismo, expones que nuestra vida no se limita solo a la existencia actual, sino que perdura eternamente. Basado en el visión de la vida que deriva del Sutra del Loto, Nichiren Daishonin recalca que cuando vivímos fusionados con la Ley Mística podemos recorrer eternamente el camino de la Budeidad, trascendiendo las aflicciones del nacimiento y la muerte.
Fuente : Revista Puente de Paz Nº 552 Septiembre 2015 pags. 16/17 Panamá
1-Cuatro nobles verdades; Doctrina fundamental del budismo que esclarece la causa del sufrimiento y el camino de la emancipación. Las cuatro nobles verdades son la verdad del sufrimiento, la verdad del origen del sufrimiento , la verdad del cese del sufrimiento y la verdad del camino que conduce al cese del sufrimiento. Se dice que Shakyamuni expuso las cuatro nobles verdades en el Parque de los Ciervos, en Varanasi, India, durante el primer sermón que dio después de lograr la iluminación. Ellas son: 1) toda existencia conlleva sufrimiento, 2)el sufrimiento es causado por el deseo egoísta ; 3) la erradicación del deseo egoísta produce el cese del sufrimiento y permite el logro del nirvana, y 4) hay un camino mediante el cual se puede lograrse esa erradicación, y es la disciplina del óctuple camino. Ese óctuple camino consiste en ideas correctas, pensamientos correctos, discurso correcto, acción correcta, forma de vida correcta, esfuerzo correcto, conciencia correcta y meditación correcta.
2-Veáse The Lotus and Its Opening and Closing Sutras, op. cit., cap. 16, pág 271. En esta escritura, Shakyamuni declara que su vida como buda es eternal, pero que él se extingue o entra en el nirvana para suscitar el espíritu de búsqueda de las personas.
3-Basado en el texto en japonés de un libro del presidente Ikeda titulado 
Seimei o Kataru.


lunes, agosto 17

La tortuga y el tronco de sandalo. Nam Myoho Renge Kyo - Título del Sutra del Loto

LA TORTUGA TUERTA Y EL TRONCO FLOTANTE
Soy el único que ha entonado Nam myoho renge kyo por primera vez en el Japón. En más de veinte años transcurridos desde el verano del quinto año de la era de Kencho (1253).
 1
 solo yo he venido practicando Nam nyoho renge kyo día y noche, mañaa y tarde, aún cuando los que invocan el Nembutsu {que es la práctica de la escuela Tierra Pura } suman diez millones. No tengo el respaldo de ninguna autoridad, mientras que los aliados del Nembutsu tienen poder y alcurnia. Sin embargo, cuando un león ruge, todas las demás bestias enmudecen, y cuando un perro ve la sombra de un tigre, se paraliza de terror. Al ascender el sol por el cielo oriental, la luz de todas las estrellas se desvanece por completo.
El rugido del león enmudece a los demás animales
“La voz lleva a cabo el trabajo del Buda”
2
Aquí el Daishonin transmite a la destinataria de la carta, esencialmente, su lucha personal inquebrantable : llegar a ser una persona valiente y capaz de entonar Nam-nyoho-renge-kyo con la osadía de un rey león; llegar a ser una persona brillante, capaz de iluminar como un sol de esperanza la oscuridad circundante.
Nam-myoho-renge-kyo. El rugido leonino que lanzó el Daishonin, es la gran enseñanza que permite a todas las personas lograr la Budeidad.
En los pasajes precedentes, el Daishonin relata en detalle la analogía de la tortuga y el tronco de sándalo; destaca que, incluso cuando esta ya había encontrado el tronco tan ansiado, confunde su posición y nada en sentido contrario, lo cual le impide refrescar el vientre dentro del agujero. Escribe:
A la tortuga , aun pudiendo dar con un madero de sándalo flotante, le es difícil encontrar uno con la concavidad exacta. Eso significa que, aunque una halle el Sutra del Loto, le será difícil entonar los cinco caracteres de Nam-myoho-renge-kyo,
 3 
que son su esencia.
 4
En otras palabras, aun cuando las personas que viven en el Último Día de la Ley conozcan el Sutra del Loto, a menos que sepan cómo activar el estado de Budeidad latente en su interior mediante la práctica de Nam-myoho-renge-kyo—esencia de dichos sutra--, no podrán producir nada de auténtico valor. De hecho, lo más probable es que se terminen alejando de ese preciado y ansiado tronco de sándalo, y eligiendo algún otro madero a la deriva.
La característica principal del Último Día de la Ley—la era de confusión u oscuridad posterior a la muerte del Buda—es que este período se pierde la capacidad de valorar correctamente el Sutra del Loto. La población vive a merced de los tres venenos del odio, la codicia y la estupidez, 
y los que identifican como sabiduría en realidad obra como un impedimento, así pues, confunden lo superior con lo inferior y viceversa; y acaban distanciándose del Sutra del loto.
La Ley esencial para la iluminación universal
El Daishonin reveló y comenzó a entonar Nam-myoho-renge-kyo, esencia del Sutra del loto y Ley fundamental para la iluminación de todos los budas de las diez direcciones y de las tres existencias. En verdad, la suya fue una contienda para despertar de la confusión a todo el pueblo del Japón, engañado por causas
perniciosas. O, para decirlo de otro modo, el Daishonin decidió ponerse de pie por sí solo, sin esperar a otros, y dirigirse a todas las personas que todavía no habían tomado conciencia de esa verdad.
Pero incluso en tales circunstancias, el Daishonin declara jamás haber dejado de proferir el rugido de Nam-kyoho-renge-kyo. “Cuando un león ruge, todas las demás bestias enmudecen, y cuando un perro ve la sombra de un tigre, se paraliza de terror. Al ascender el sol por el cielo oriental, la luz de todas las estrellas se desvanece por completo.
 6
De la misma manera, el Daishonin declara en otro escrito:
Con la aparición de esta enseñanza [ de Nam-myho-renge-kyo], todas las doctrinas postuladas por los estudiosos y maestros del budismo durante los días Primero y Medio día de la Ley serán como estrellas después del amanecer como un torpe aprendiz al lado de un maestro consumado.
7
No hay revolución religiosa trascendente.
Como la analogía sugiere. Las enseñanzas de las demás escuelas budistas que denigraban al Sutra del loto en la época del Daishonin, eran como la luz de las estrellas una vez que asoma el sol. Aunque ensalcen a diversos
budas y enseñen la iluminación de todos ellos, son inútiles porque no tienen relevancia para la gente común del Último Día de la Ley que aspira a lograr la Budeidad.

notas
1- Nichiren Daishonin entonó Nam-myoho-renge-kyo por primera vez y proclamo públicamente su enseñanza en el templo Seicho-ji, en la provincia de Awa, el vigésimo octavo día del cuarto mes de 1253- Según el calendario lunar , el cuarto mes es el primer mes del verano.
2- The Record of the Orally Transmited Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente traducido por Burton Warson, Tokio Soka Gakkai, 21004 pág 4.
3- Myoho-renge-kyo, se escribe con cinco ideogramas chinos, mientras que Nam myoho-renge-kyo se escribe con siete (namu o nam se compone de dos caracteres). Sin embargo, el Daishonin a menudo usa Nam-myoho-renge-kyo como sinónimo de Myoho-renge-kyo en sus escritos.
4- END. Pág 1033
5- Tres venenos: Codicia, odio y estupidez. Males fundamentales inherente a la vida, que dan origen al sufrimiento humano. En el celebre Tratado sobre la gran perfección de la sabiduría, de Nagarjuna, se los consideraba la fuente de todas la ilusiones y deseo mundanos. Se los llama así porque conminan la vida de la gente y le impiden inclinar su mente y sus sentimientos hacia la bondad.
6- END, pág. 1004
7- Ib. Pág 938.
Fuente Revista Puente de Paz Nº 550 Julio 2015 Pág. 22-23 Panamá

domingo, agosto 16


LA CAUSA DEL SUFRIMIENTO EN LA PERSPECTIVA BUDISTA - BUDDHADASA BHIKKHU (2º PARTE)

La liberación es la salvación de la prisión.

Debemos recordar las palabras “salvación” y “liberación”, usadas en todas las religiones. La meta final de todas las religiones es la salvación, emancipación o cualquier palabra más conveniente, según cada idioma. Todas estas palabras tienen el mismo significado: ser salvados. Todas las religiones enseñan la salvación. Pero ¿de qué somos salvados? Somos salvados de la prisión espiritual. Aquello que todos buscan y necesitan -en este mismo momento- es lo que denominamos “libertad” o “liberación”, que es, simplemente, escapar de la prisión. Sea una prisión física, material, o una prisión mental, espiritual, el significado es el mismo. En todos los casos queremos libertad.

Aquellos que carecen de sabiduría pueden ver y temer solamente las prisiones físicas, materiales. Pero aquellos que poseen sabiduría (paññā) para observar más profundamente, verán cuánto más terrible y peligrosa es la prisión espiritual. Realmente es difícil ver que alguien se encierre en un calabozo ordinario, mientras todas las personas en el mundo están atrapadas en la prisión espiritual. Por ejemplo, todos los aquí sentados están libres de una prisión ordinaria, pero todos están encarcelados en una prisión espiritual. Aquello que nos lleva a estar interesados en el Dhamma, a venir a estudiar el Dhamma, a practicar desarrollo mental, es la opresión y la fuerza de estar cautivos en dicha prisión espiritual. Si ustedes sienten esto o no, no es importante. Esto nos fuerza, no importa cómo, a luchar y buscar una salida del encarcelamiento espiritual. No obstante, esto les está forzando a todos ustedes —percíbanlo o no— a encontrar la libertad espiritual. Por ello vienen a buscarla aquí (Al monasterio Suan Mokkh, N. del T) y a otros lugares semejantes.

Aunque aquello que nos hace prisioneros sea sólo una cosa, a saber, upādāna, esta prisión asume muchas formas diferentes. Existen docenas de estilos y tipos de prisión. Tomarnos un tiempo para estudiar cada tipo de prisión nos ayudará a entender este fenómeno mucho mejor. Entonces entenderemos mejor upādāna, y también entenderemos mejor tañā (deseo) y kilesa (impurezas de la mente) que, de acuerdo con la enseñanza buddhista, causan dukkha. Entenderemos la cuestión de dukkha, si entendemos claramente y por completo la cuestión de la prisión.

Me gustaría aconsejar que usen esta palabra “upadana” en lugar de “apego” o cualquier otra traducción. Palabras como esa son constantemente malinterpretadas. Puede ser que no la entiendan totalmente en este momento, pero traten de usar esta palabra “upādāna” para ir acostumbrando sus labios, sus mentes y sus sentimientos a ella. Debemos percibir que el corazón del Buddhismo es eliminar upādāna. El corazón del Buddhismo es aquel que se libra de upādāna o lo remueve. Entonces no hay prisión, entonces no hay dukkha.

Deben tomar los significados de los vocablos apegar, aferrar y agarrar (en inglés attachment, grasping y clinging), y combinarlos para obtener el significado de “upādāna”. Es mejor para nosotros usar la palabra upādāna. Su significado es más amplio y nos permitirá investigar esta materia más profunda y abarcativamente.