martes, septiembre 6

Los armónicos y los sonidos curativos

La voz es el instrumento musical más completo, accesible y antiguo que existe, muy poderoso a nivel terapéutico e íntimo, puesto que comunica nuestro mundo interior con el exterior. También sirve de vínculo entre el cuerpo y la mente, entre el mundo material y espiritual. Es el instrumento más sencillo para canalizar y focalizar la intención, al parecer, es el más potente creador de frecuencias sonoras vinculadas a intenciones determinadas. Así ¡el sonido puede ser empleado para curar y transformar!
Todo en el universo se encuentra en un estado de vibración, siendo el sonido una energía en forma de ondas vibratorias. El término resonancia se refiere a la frecuencia (número de vibraciones de un sonido por segundo) en la que un determinado objeto vibra en su estado natural. De ese modo, todo posee una frecuencia resonante. Por extensión, cada uno de los órganos, huesos y tejidos del cuerpo incorpora su propia frecuencia resonante.
Por lo tanto, un órgano sano crea una frecuencia resonante natural que armoniza con el resto del cuerpo; por el contrario, cuando irrumpe la enfermedad, se establece un patrón de sonido diferente en la parte del cuerpo que no vibra en armonía. A través del principio de resonancia, el sonido puede ser utilizado para cambiar las frecuencias no armónicas del cuerpo a fin de convertirlas en vibraciones sanas y normales. Algunas vibraciones tienen la capacidad de influir en otras, modificando su frecuencia natural e igualándola a la del elemento estimulante, de tal manera que ambas vibraciones lleguen a sincronizar sus ritmos e incluso a cambiar el ritmo cardíaco, el respiratorio y el de las ondas cerebrales.
Los armónicos o sobretonos, fueron descubiertos en Occidente hace unos 2.600 años por Pitágoras, quien además de ser un filósofo y matemático griego fue un maestro de la música. Éstos se encuentran en cada sonido. Casi todos los tonos producidos por nuestra voz, instrumentos musicales u otras fuentes de sonido, son mezclas de frecuencias de tonos puros tonos parciales. La más grave de estas frecuencias recibe el nombre de fundamental. Los tonos parciales cuyas frecuencias son superiores a los de la frecuencia fundamental son conocidos como armónicos o sobretonos. Éstos son los responsables de la formación de los sonidos individuales que oímos y de nuestras cualidades en el habla y el canto. Por ello, si escucháramos una voz sin armónicos, sería imposible diferenciarla de otra.
Además, los armónicos están matemáticamente relacionados entre sí, siendo infinita la serie de armónicos, ya que cada uno es un múltiplo geométrico de la frecuencia fundamental, que vibra cada vez más rápido y más alto (cuanto más rápidamente vibre más agudo será el armónico). Este dato es de especial interés, en muchas culturas, sobre todo orientales, en las que la línea divisoria entre la ciencia y la música es casi inexistente, y en las que se comprende perfectamente la interrelación entre la música y la sanación, basada en la vibración entendida como fuerza creativa básica del universo.
El propio Pitágoras, padre de la geometría, tras establecer la relación entre los intervalos musicales a partir del monocordio (instrumento compuesto por una única cuerda tensada sobre una caja de resonancia de madera) afirmó que a través del estudio de una cuerda que vibra sería posible comprender los aspectos microcósmicos de la vibración sónica extrapolables a las leyes macrocósmicas del universo.
El canto de armónicos como técnica y forma artística musical cultural o espiritual, se desarrolló en el Sur de Siberia, Mongolia, Asia central, el Tíbet, Sudáfrica y, en menor medida, Cerdeña.
Así pues, se trata de una técnica ancestral que se caracteriza por usar el cuerpo humano como caja de resonancia y filtro para transmitir el sonido, al tiempo que permite producir dos o más sonidos simultáneamente con la voz. El resultado que podemos oír es una nota grave acompañada de una o más notas aflautadas.
El canto hoomi o canto de garganta, tradición originaria de la región de Tuva, en Mongolia, está considerado como el canto de armónicos más sofisticado, que recuerda el sonido del arpa judía (un importante instrumento chamánico de aquellas regiones) y conserva una conexión directa con la naturaleza. Los mongoles conocen seis técnicas de canto difónico, que varían en función del resonador del cuerpo humano que se potencia. Así existe el joomei nasal, el faríngeo, el torácico, el abdominal, el tipo xarkiraa (narrativo con una frecuencia fundamental muy grave) y la exótica voz de flauta dental del isgerex.
El canto tibetano también destaca por su uso de los armónicos. Sin embargo, a diferencia de los mongoles, éstos incorporan texto sagrado en forma de mantras fundamentales. Los cantantes visualizan a las deidades mientras crean sus mandalas. Esta combinación de vocalización y visualización permite que los monjes se conviertan en la representación de las energías que están invocando. Los mantras se basan en los sonidos-semilla o raíz, que están llenos de potencia. Las claves para cantar los mantras son: la vibración del sonido, la pronunciación rítmica, el propósito, la entonación, el color, el centro y el símbolo.
Liu Zi Jue o Los seis sonidos curativos, es una forma de qigong en la que, además de los movimientos que favorecen la armonización de los órganos, se realizan fonaciones que contribuyen al equilibrio de las energías implicadas. El secreto curativo de los seis sonidos se encuentra en las frecuencias de onda de las sílabas Xu, He, Hu, Si, Chui y Xi, las cuales, crean una resonancia capaz de equilibrar la energía vital de cada órgano interno y de cada esfera funcional física, emocional y mental. El Dr. Sun Si Miao, prestigioso médico y alquimista chino del siglo V, tras realizar un estudio exhaustivo de toda la sabiduría popular y de las técnicas chamánicas del norte de China, elaboró esta conocida forma de qigong chino, en la que participan la coordinación del movimiento y de los patrones de respiración con sonidos específicos. En realidad, se trata de una práctica de meditación corporal dinámica, donde la intención y el gesto cobran mucha importancia, sin olvidar la conciencia del color correspondiente a cada órgano según la Medicina Tradicional China.
Tanto si la finalidad de practicar Liu Zi Jue es sanadora como si es de transformación, la intención de la persona que emite el sonido es tan importante como la frecuencia que proyecta. Al dirigir el sonido óptimo hacia nosotros mismos, podremos regresar a una vibración natural y sana. De hecho, el instrumento de la voz puede hacer vibrar y resonar cada célula del cuerpo, tomando consciencia de los puntos corporales en los que la energía se encuentra estancada. Mediante la intención, sonido y vibración cobran su verdadero poder, puesto que ésta constituye la energía que impulsa al sonido creado, así como la consciencia que tenemos al producir un sonido.
Del mismo modo, la visualización correspondiente a un valor numérico, símbolo y color, así como la pronunciación rítmica son factores importantes en el canto de mantras. En contrapartida, en la práctica Liu Zi Jue se añade otra premisa: el gesto, puesto que es un tipo de qigong más dinámico que combina canto y movimiento.
Para el canto de armónicos y la práctica Liu Zi Jue la respiración es fundamental. En este proceso respiratorio, se requiere un dominio de la respiración abdominal, una relajación del diafragma y una apertura de los espacios internos relacionados con la fonación. Cuando creamos sonidos prolongados, respiramos más lentamente y reducimos nuestro ritmo cardíaco y ondas cerebrales. Por eso, la actividad de crear sonidos armónicos se convierte, en sí misma, en una forma de meditación. En Liu Zi Jue, a diferencia de los armónicos, el hecho de coordinar los movimientos con patrones de respiración y sonidos específicos, lo convierte en una técnica de meditación dinámica corporal.
Aparte del movimiento propio en Liu Zi Jue, para la práctica del canto de armónicos, es de vital importancia una higiene postural, como por ejemplo, mantener la espalda enderezada para alcanzar un fluir óptimo de la energía.
La práctica de ambas técnicas tiene innumerables beneficios tanto a nivel curativo, meditativo y espiritual. Podemos obtener una meditación profunda, sentirnos inmersos en un sentimiento de ligereza y bienestar, lograr estados de paz, armonía, sentirnos en comunión con lo que nos rodea, aumentar la intuición, saber quiénes somos, conectar con nuestra parte divina y explorar otros niveles de consciencia, aumentar nuestra atención, disminuir el estrés y la ansiedad, potenciar la creatividad, obtener un equilibrio emocional y, en definitiva, encontrar algunas respuestas útiles para la transformación personal.