miércoles, septiembre 18

AMOR NO ES AMOR **Nichiren Daishonin**

“Amor no es amor...” Como ha dicho Shakespeare (Soneto 116), lo que parece amor algunas veces puede no ser amor. En tanto que el tema del amor ocupa un lugar preponderante en las inquietudes de las personas (y probablemente mucho de su tiempo y dinero), su principal preocupación generalmente se limita a encontrar el amor o ser amados a los ojos de los demás, en tanto que, descuidan e ignoran el significado del amor o de la capacidad de amar. La presunción que yace tras tal actitud podría muy bien ser la estimulada por un objeto externo. Por consiguiente, el remedio o solución de una vida sin amor, serìa encontrar tal objeto----alguien nuevo y mejor. Erich From, psicoanalista y filósofo social, considera el amor como un “arte” que “requiere conocimiento y esfuerzo”; él define el amor como “la acción de cuidar la vida y el crecimiento de aquellos que amamos” (el arte de amar, pp 1, 25). Si el amor es nuestra capacidad de sentir y actuar en bien de la felicidad y libertad de otra persona, la solución al problema de los sufrimientos derivados del amor, en el plano más fundamental sería, por lo tanto, una búsqueda no exterior , sino interior con miras al desarrollo de aquellas cualidades del carácter necesarias para tal fin y de la fortaleza interior que nos capaciten para amar genuinamente. DOMINAR EL ARTE DE AMAR ES SOBREPONERSE A LOS DESEOS DE CONTROLAR O DEPENDER DE OTROS.- Uno de los mayores obstáculos que nos impiden disfrutar el júbilo de amar es nuestra necesidad y deseo de controlar. Muchas veces confundimos nuestro deseo de controlar a “amor” puede ser el disfraz del deseo de manipular a los demás para nuestra propia satisfacción. En sus escritos, Nichiren Daishonin emplea a menudo la metáfora de una figura mítica llamada “el rey demonio del sexto cielo”, para representar el deseo profundamente enraizado en el ser humano de controlar a los demás. Cabe notar que, otro nombre empleado para referirse a este rey demonio significa literalmente: “aquel ser celestial que hace uso a su antojo de los demás” (jpn takejizaiten)). Mediante sus vividas descripciones de este “demonio”, el Daishonin parece querer indicarnos la importancia que tiene el que estemos conscientes y vigilantes respecto de nuestros deseos de usar a los demás como medios para nuestros fines egoístas. Habida cuenta que la dependencia es esencial al control, el rey demonio emplea diversos ardides para hacer a la gente dependiente de él. Una de sus armas principales para estimular la dependencia es el falso afecto. A pesar de la idea generalizada de la apariencia del rey demonio como un fiero monstruo, a él le encanta mostrarse afectuoso, a fin de atraer a las personas y mantenerlas bajo su control. Se dice que el rey demonio se hace pasar por un buda o un padre. Por ejemplo, el Daishonin afirma, “El demonio del sexto cielo está dotado de las treinta y dos características del Buda y manifiesta el cuerpo del Buda” (Gosho Zenshu, p. 114). El Daishonin también cita un texto budista que dice: “En tanto la persona no intente liberarse de los sufrimientos del nacimiento y la muerte y aspirar al vehículo de la Budeidad, el demonio cuidará de ella como un padre” (Los principales escritos de Nichiren Daishonin, p. 770). En verdad, hay en la tradición Budista un demonio llamado el “demonio de la misericordia” (Gosho Zenshu, p. 526). Aquellos deseosos de controlar a los demás pueden a menudo aparecer como personas afectuosas--- “cuidándoles” o “siendo amables con ellos” ---con la finalidad de mantenerlos dependientes material y emocionalmente. En la obra teatral de Ibsen, “Casa de Muñecas”, él en, apariencias flamante esposo, Torlvard Helmer, pero en realidad persona dominante, le recuerda a su esposa Nora su “amor” expresado como manutención y sustento financiero en las siguientes palabras: “Mi hermosa mascota es muy dulce, pero escapa con impresionantes cantidades de dinero. Es increíble cuan costoso resulta para un hombre mantener ese tipo de mascota” (Acto I, trad. De James McFarlane y Jens Arup). EL VERDADERO AMOR SE ENCUENTRA EN NUESTRAS SINCERAS ACCIONES EN PRO DEL BIENESTAR, FELICIDAD Y LIBERTAD DE LOS DEMAS Es fácil confundir el control y dependencia con amor. En apariencia el amor egoísta, al igual que el amor del rey demonio, es engañoso, ya que en ambos casos están condicionados a la sumisión. Tal como indica el Daishonin, el rey demonio es afectuoso “en tanto y cuanto la persona no trate de alejarse de” su control (WND, 770). Algunas personas estarían dispuestas a darle cualquier cosa a sus “seres amados” solo con la finalidad de mantenerlos dependientes. Aquellos obsesionados con el control, a menudo les resulta difícil desear genuinamente la felicidad e independencia de los demás. Por el contrario, esperan ver a los demás desposeídos de una forma u otra, a fin de conservar su sentido de superioridad. La prueba de nuestro amor, en ese sentido, estriba en la sinceridad al alentar y apoyar la autosuficiencia y libertad de quienes amamos. Como afirma el Daishonin: “La naturaleza del rey demonio es regocijarse de aquellos que forman karma en los tres senderos del mal y sufrir como consecuencia de aquellos que forman karma en los tres vehículos” (WND, 42). Aquellos con tendencia a dominar a los demás podrían fácilmente mostrar lastima por el sufrimiento de los demás, en tanto que interiormente se regocijan de su sufrimiento. El sufrimiento de los demás le da a quienes son dominantes la oportunidad de mostrar su superioridad y de esta forma recordarle a quienes sufren de su necesidad de dependencia. En la esencia de una relación construida sobre el dominio y la sumisión se encuentra un profundo sentido de inseguridad e incapacidad de ambos lados. Aquellos poseídos por el deseo dominar no pueden encontrar sentido a sus propias existencias, por lo tanto, necesitan derivar la sensación de poder, subyugando a los demás. De forma similar, quienes se someten a una autoridad externa no pueden ver su propio valor. De allí que se sienten impulsados a convertirse en parte de alguien “mejor” y “más fuerte”, abandonando de esta forma su propia identidad e integridad. Para estas personas sumisas, el control significa protección contra su propia inseguridad. Los sometidos al control de una autoridad externa no pueden ver sus vidas como algo que vale la pena de ser vivido, si embargo, no pueden tolerar el vacío de no tener alguien por quien vivir. De allí que deben buscar un objeto externo con el cual fundir su identidad, de forma que, no tengan que enfrentar la debilidad y el vacío de sus propias vidas. La relación simbiótica entre el que domina y sojuzgado se altera cuando el dominado descubre el valor de su propia vida y desarrolla fortaleza interior para volverse independiente. Entonces, la inseguridad de la parte dominante aflora como frustración y enojo. La siguiente descripción que hace el Daishonin del rey demonio ilustra su intenso miedo y ansiedad relacionadas con este tema: > PARA AMAR VERDADERAMENTE, PRIMERO DEBEMOS LIBERARNOS DE LA “OSCURIDAD FUNDAMENTAL” DENTRO DE NOSOTROS El rey demonio no desea que nadie logre la iluminación y se libere, ya que ello constituye un doloroso recordatorio de su propia incapacidad y dependencia. La paradoja de éste rey demonio, quién habita en “la cima del mundo del deseo y gobierna mundo tripartita” (WND, 508), es que él se encuentra dominado por su propio deseo de controlar. El rey demonio es un gobernante que no pude regirse a sí mismo. En la medida en que posee mayor control aumenta su necesidad del mismo. Perpetuamente movido por su debilidad e inseguridad interna, jamás se siente satisfecho. Es prisionero de la cárcel por él creada. Aún cuando se dice que él usa a su antojo a los demás, en verdad nunca es libre de la realidad interna de su vida. El rey demonio, por lo tanto, es incapaz de amar. El rey demonio se dice que habita en el sexto y màs alto reino del mundo del deseo, pero su “amor”, si se le pudiese denominar como tal, tiene como resultado una profunda insatisfacción y sufrimiento bajo su aparente placer celestial. Como William Blake expresa en su poema, respecto de ese amor egoísta: “El amor que busca satisfacer el yo/Atar al otro a su deleite: /Se regocija en la incertidumbre del otro, /Construye un Infierno en el Paraíso “ (El Terrón y el Guijarro” de Canciones de Experiencia, ed. D. V. Erdman). A fin de, amar genuinamente, debemos ser libres. Ser libre conlleva entonces, descubrir nuestro valor intrínseco. En el soneto citado anteriormente, Shakespeare dice: “Que nada impida la unión de mentes en perfecta armonía / Presenten los impedimentos”. Uno de los grandes impedimentos a nuestra capacidad de amar es la ilusión respecto de la verdadera naturaleza de nuestro ser---la Budeidad. Ese tipo de ilusión conduce a una ausencia de capacidad y a la dependencia. La figura mítica del rey demonio es simbólica de esta ilusión, que como dice el Daishonin: “La oscuridad fundamental se manifiesta como el demonio rey del sexto cielo” (WND , 1113). Arrojar luz sobre esta “oscuridad fundamental” interior mediante el fortalecimiento de la confianza en la Budeidad dentro de nuestras vidas, es por lo tanto, una practica esencial para el arte de amar.

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