miércoles, junio 25

El poder de Nam-Myoho-Renge-Kio (Experiencia)

Neil Butterfield
Reino Unido

Neil Butterfield
"Aló, papá, tengo un problema. Anoche salí con mis amigos y, esta mañana, al despertarme, me di cuenta de que la refrigeradora está vacía. Quiero comer algo. ¿Puedes traerme diez libras?". Esta llamada desconcertante de mi hijo la recibí cuando estaba atendiendo a una mujer en la tienda del Gran Centro Cultural de Taplow Court de la SGI del Reino Unido. Su pedido, a pesar de mi amor paternal, me causó exasperación. Me dije: "Debería ignorarlo; él se las puede arreglar solo mientras su madre está de vacaciones". Mi ex esposa lo había criado con muchos consentimientos y nunca le había dicho "no", de modo que no aprendió a solucionar sus propios problemas. Yo, por mi parte, nunca traté de comprender a mi hijo y le negué muchas cosas. Lo primero que cruzó mi mente fue: "Es imposible que ese chico haya arrasado con toda la comida de esa enorme nevera americana en sólo diez días. Tal vez esté tramando algo". Así que le dije a mi hijo que estaría allí dentro de dos horas.
Al colgar el teléfono, mi clienta me dijo que también tenía un hijo que le hizo pasar muchos sustos y disgustos, pero que la relación con él cambió gracias a una orientación que recibió. Yo nunca había recibido una orientación individual, así que le pregunté qué le habían dicho. La mujer continuó afablemente: "Yo tenía poco tiempo practicando el budismo como usted. Me dijeron que debía respetar la dignidad entera de mi hijo y que él cambiaría cuando yo realmente sintiera respeto por él desde lo profundo de mi ser. Aunque no comprendí cabalmente cómo cambiaría mi hijo, yo sabía que no había sido del todo compasiva con él, así que oré fervientemente por su felicidad".
Mientras manejaba mi auto hacia la casa de mi ex esposa, reflexioné sobre muchas cosas. Él era mi primer hijo, el mayor. De chico, a diferencia de sus dos hermanas, solía reprobar las materias de la escuela, pero solía jugar bien el fútbol. Como a mí me gusta el deporte, lo alenté a integrar los equipos de fútbol de la localidad y a inscribirse en la academia del equipo nacional. Pero él no iba a los entrenamientos, llegaba tarde a los partidos y se escurría cuando podía. Traté de convencerlo para que cambiara su actitud, pero nunca lo hizo. Pensé que se debía a la timidez e incluso a la flojera. Empezó a beber alcohol a los diecisiete años y le suspendieron su licencia de conducir por embriaguez a los dieciocho. Más tarde, trabajó como instructor de un centro deportivo durante tres meses, pero abandonó el empleo porque fue citado a comparecer como jurado de un caso de fraude, cuyo juicio duró diez semanas. Llegó a pesar ciento ocho kilos por el uso de esteroides. Estudió en períodos diferentes en varias universidades pero también las abandonó. Perdió completamente su licencia de conducir cuando chocó contra cinco autos y huyó de la escena del accidente dejando en el tablero de su coche paquetes de cocaína. Quiso entrar a un equipo de fútbol, pero no pudo presentarse a la prueba porque se enfermó de fiebre glandular; esto le pasó dos veces, así que abandonó su sueño de convertirse en futbolista profesional. Huyó del país endeudado. Luego, supe que estaba viviendo en el pueblo natal de su madre, donde era mantenido por su novia y se la pasaba navegando en Internet o jugando fútbol.
Neil with son
A pesar de que yo reconocía que mi hijo se había esforzado a su manera, no podía dejar de reprobar su dejadez. Por ejemplo, tenía unas caries horrorosas que no quería arreglar porque, a mi entender, prefería usar su dinero en su mundo cibernético. Entre nuestros ancestros figuraban exploradores, héroes de guerra y exitosos empresarios. En nuestra estirpe estaba la valentía y la osadía. ¿Por qué mi hijo no podía salir adelante? Luego, recordé que mi madre me quería más por lo que yo representaba como hijo varón. Mi padre y yo nunca logramos congeniar. Él era todo un hombre de los Butterfield, inexpresivo, autoritario, concentrado en su trabajo. Desde los quince años, en cada vacación, me desaparecía en algún lugar de Europa y volvía sólo un día antes de las clases. Odiaba estudiar pero terminé la universidad. Llegué a pensar que uno aprendía más de la vida fuera de los salones de clases. Nunca fui muy cercano a mi familia. Mis padres murieron en la misma fecha. Ella en casa, de cáncer; él de malnutrición a causa del Alzheimer, en una residencia para ancianos enfermos. Cuando yo iba a visitar a mi padre, me fastidiaba que las enfermeras me preguntaran si ese día mi padre había logrado reconocerme. En realidad, nunca nos habíamos llegado a conocer bien. Mientras veía a mi padre en sus últimos instantes de vida, con el cuerpo contraído en su lucha contra el terror de la muerte que llegaba, de la vida que se le desvanecía, me dije a mi mismo que yo sería un padre diferente para mi hijo.
Cuando me convertí al budismo en 2003 y me aconsejaron que orara con algún objetivo en concreto para constatar el poder de la práctica, yo había decidido que oraría por el cambio del karma familiar, es decir, el cambio de la mala comunicación entre padres e hijos. Habían pasado ya dos años desde que yo estaba orando para que mi hijo fuese feliz y no sufriese. Mientras manejaba mi coche rumbo a la casa de mi hijo, coloqué un CD para principiantes del budismo. Me sentí alentado y revitalizado cuando comenzó la oración rítmica del Nam-myoho-renge-kyo. Al llegar, me dirigí directamente a la cocina. El refrigerador estaba casi lleno. Luego, entré a la sala y me senté frente a mi hijo sin decir nada. Él comenzó a llorar y me dijo que sentía que ya no podía enfrentar la vida. Hablamos más de seis horas, nos abrazamos y lloramos juntos. Fue la primera vez que hicimos algo parecido. Mi hijo me dijo que sospechaba que él padecía de algún trastorno de ansiedad como la agorafobia. Me confesó que tenía ataques de pánico cuando estaba entre la gente y que le costaba mucho ir, por ejemplo, de compras. Cada vez que llegaba a la universidad, no podía salir del auto y escapaba. Por eso, no pudo mantener ningún trabajo. Retenido en casa, se dedicó a pasar el tiempo en la computadora. Le gustaba el fútbol, pero no aguantaba estar entre la gente.
Fui atando cabos. Mi hijo no era un holgazán. Él siempre intentó hacer las cosas. Sentí que estaba luchando y me sentí orgulloso de él. Éramos una familia nuevamente. Lamenté haber dudado de su Budeidad. Me habían dicho que, según el budismo, nada es por azar. La llamada de mi hijo ocurrió en el momento preciso. Presté atención a una valiosa orientación de una madre que había tenido la misma experiencia. Yo mismo no hubiese pedido una orientación personal, y tal vez, no hubiese escuchado lo que me hubiese dicho un hombre. Sentí tranquilidad al ver a mi hijo. Sentí una profunda conexión con mi hijo, la misma que mantenía con sus hermanas. Recapacité y me di cuenta que todo lo que había orado se había cumplido.
Hay un pasaje de uno de los escritos de Nichiren que dice: "[C]uando uno emprende la sola práctica de ejercitar la fe en Myoho-renge-kyo, no hay un solo beneficio que deje de manifestarse, y no hay buen karma que deje de obrar en nuestro beneficio. Es como el caso de una red de pesca: si bien la red está formada de miles de nudos, cuando uno tira de la cuerda principal todos los nudos se mueven. O como una prenda de vestir, cuyo tejido está compuesto de incontables y finísimos hilos. Cuando uno levanta la prenda por un extremo, arrastra en el movimiento a todos los hilos que la componen". (NICHIREN:Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio, Soka Gakkai, 2008, pág. 139.)
[Nota: Un artículo relacionado fue publicado en la edición de julio de 2006 de la revista Art of Living, de la SGI del Reino Unido.]

viernes, junio 13

Ataques psíquicos y Protecciones energéticas

Ataques psiquicos y protecciones energéticas- todos hemos pasado por esto 👉
http://youtu.be/m1J0HkHpEOs

miércoles, junio 11

Rissho Ankoku Ron


En el "Rissho Ankoku Ron" (Tesis sobre la pacificación de la Tierra mediante la propagación del Budismo verdadero), Nichiren Daishonin define al "anfitrión" que dialoga con el "huésped" como un "amigo en un salón de orquídeas". Cuando alguien pasa un tiempo en un recinto de orquídeas, la ropa se le impregna con la fragancia de las flores. Del mismo modo, uno debería emprender el diálogo con la actitud de que la otra persona quede "impregnada con la fragancia de la benevolencia solidaria".
Propagar no significa imponer ideas a los demás, ni hacer algo por la organización. En cambio, difundir el Budismo es la acción de venerar la naturaleza de Buda en la vida de los demás. Por lo tanto, nuestro esfuerzo en el shakubuku debería motivarse en una actitud de respeto supremo hacia la otra persona.
El presidente Toda decía: "La base para hacer shakubuku es tener una actitud solidaria hacia el sufrimiento de los otros". En otras palabras, lo fundamental es la misericordia. Uno no propaga el Budismo con la postura beligerante de oponerse a las ideas del otro y convencerla de que se sume a nosotros.
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No se puede hablar de diálogo cuando una de las partes interrumpe todo el tiempo a la otra y no la deja expresar su opinión, para luego emitir opiniones concluyentes.
Aunque uno piense que el otro está diciendo cosas erradas o extrañas, en lugar de objetar sus palabras hay que hacer el esfuerzo amplio de comprender su punto de vista. Entonces, la persona se sentirá segura y podrá escuchar lo que uno tiene para decir.
En ese sentido, el Buda es, realmente, un maestro del diálogo. Shakyamuni y el Daishonin tenían personalidades cálidas y abiertas; imagino que la gente se habrá sentido muy feliz de conocerlos a ambos. Y, probablemente por eso, tantos hayan escuchado sus palabras con semejante deleite.
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En nuestra tarea de propagación, es muy importante que nos mantengamos imperturbables frente a los obstáculos. Con esas palabras, Shakyamuni urgía a sus seguidores a mantener una postura radiante y bien compuesta, por muchas presiones que cayesen sobre ellos.
En la época posterior a la muerte de Shakyamuni, propagar el Budismo entraña dificultades inevitables. Por ende, es necesario poseer templanza y resistencia. Hace falta ser capaz de resistir la adversidad. Y esta cualidad significa no retroceder ni aceptar la derrota. Hay que perseverar y ganar. Pase lo que pase, no nos desalentemos. El kosen-rufu es una contienda espiritual. Los que se dejan vencer interiormente difícilmente sepan lo que es la resistencia.
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Uno desarrolla la mayor fortaleza cuando cultiva una actitud paciente hacia la realidad. Y si a eso se suma un auténtico coraje, uno puede soportar cualquier adversidad. En el capítulo "El aliento a la devoción" (Kanji, trece), para describir esa fortaleza se emplea una metáfora: "vestir la armadura de la resistencia". Otra de las formas de llamar al Buda es "El Que Puede Resistir". Tanto Shakyamuni como Nichiren Daishonin desplegaron al máximo los poderes de la resistencia y la perseverancia.
Daisaku Ikeda
(Fragmentos de la serie de diálogos sobre el Sutra del Loto entre el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda y el titular del Departamento de Estudios de la Soka Gakkai, Katsuji Saito, y con los vice responsables, Takanori Endo y Haruo Suda)

martes, febrero 11

KARMA INMUTABLE - CONCIENCIA ALAYA


En 1984 se publicó un artículo periodístico en EE.UU. acerca de la conmovedora historia de una pareja de ancianos de Connecticut que finalmente habían llegado a la conclusión de que a su hija de 42 años, quien había sobrevivido por décadas por medio de un respirador artificial, debía permitírsele finalmente morir. Cuando contaba con tan sólo 17 años de edad, había contraído una enfermedad incurable denominada "esclerosis cerebro-espinal múltiple" y, desde entonces, había quedado postrada en cama. Alrededor de tres meses antes de que sus padres tomaran la triste decisión, ella había caído en coma profundo, y un grupo de expertos médicos había diagnosticado que ya nunca se recuperaría de él. 

Sus padres fueron entonces a los tribunales a solicitar que se le otorgara a su hija el "derecho a morir", y les fue así dada la autorización de desconectar el respirador que a ella le permitía sobrevivir de manera artificial. Actuando así, ellos sintieron que le habían permitido a su propia hija -a quien habían cuidado por un cuarto de siglo- morir con dignidad.

¡Que inenarrable pena y agonía deben haber experimentado estos padres al tomar tan tremenda decisión! Cuando leí esta historia, me sentí mudo testigo del sufrimiento kármico de toda la humanidad: algo que la medicina no puede curar ni la ley disfrazar. En términos budistas, el mal incurable de la hija podría clasificarse como una "enfermedad resultante del karma acumulado en existencias previas".

"Karma" significa acción; también es el término genérico con que se designan los efectos que resultan de nuestras acciones: los actos que llevamos a cabo, las palabras que pronunciamos y los pensamientos que generamos. Cada una de estas acciones físicas, verbales y mentales producen un efecto latente en nuestras vidas: cada una es una causa que puede producir un efecto u otro en una fecha posterior. De esta manera, el concepto de karma encierra tanto el efecto como la causa de la variedad de cosas que pensamos, hablamos y actuamos en nuestras vidas cotidianas -tanto las buenas como las malas, superficiales o profundas, livianas o pesadas.

El budismo considera que el karma posee diversos aspectos y, consecuentemente, lo divide en una cantidad de categorías, de las cuales las principales podrían ser el karma positivo, el karma negativo, el karma presente, el karma pasado, el karma mutable, el karma inmutable, el karma a manifestarse en la vida presente, el karma a manifestarse en la próxima existencia y el karma a manifestarse en una existencia del futuro remoto.

Analicemos brevemente estas diferentes categorías de karma:
El término "karma positivo" o "buen karma" alude a las acciones que se llevan a cabo como producto de nuestras buenas intenciones, bondad y compasión. Por el contrario, cuando hablamos de "karma negativo" o "mal karma" nos referimos a las acciones provenientes de los deseos mundanos tales como la avaricia, la ira o la estupidez. La obra denominada "Tesoro de análisis de la Ley" así como también otros tratados de la tradición budista dividen el mal karma en diez actos malos: las tres malas acciones de matar, robar y tener relaciones sexuales ilícitas; las cuatro malas acciones verbales de mentir, adular, difamar e hipocresía; y las tres malas acciones mentales de avaricia, ira y estupidez (o el albergar visiones erróneas). El "karma presente" es aquél que uno ha realizado y cuyos efectos aparecerán a lo largo de nuestra vida presente. El "karma pasado" es el karma formado en existencias previas. El "karma inmutable" es el que produce un resultado fijo, mientras que el "karma mutable" carece de un resultado absolutamente fijo, y cuyo efecto no necesariamente aparece en un momento determinable.

Más aún, el karma formado en esta vida puede, a su vez, ser clasificado en tres clases según el período en que se manifieste su retribución kármica. El "karma a ser manifestado en la vida presente" es, obviamente, aquél que emergerá durante nuestro presente período vital. Análogamente sucede con el "karma a ser manifestado en la próxima existencia" y con el "karma a manifestarse en una existencia futura".
Como ya hemos destacado, el budismo considera todas nuestras acciones en términos de la relación "causa y efecto". Por ejemplo, algunas personas estudian con ahínco y, como consecuencia de ello, aprueban sus exámenes exitosamente. Otras personas llevan a cabo acciones que benefician a la comunidad y, como resultado, reciben medallas y condecoraciones. Por el contrario, existen personas que se solazan en una manera descuidada de vivir y, de esta manera, arruinan su salud. En todos estos ejemplos dados, podemos apreciar cómo funciona la ley causal, y podríamos calificar también a estos ejemplos como "karma presente", es decir karma relativamente liviano y superficial.

Por el contrario, es casi imposible que nosotros seres humanos percibamos aquellas causas kármicas que se hallan grabadas en las profundidades de nuestra vida, en nuestra conciencia alaya. No obstante, el budismo -partiendo de la base de que la vida continua existiendo eternamente a lo largo del pasado, presente y futuro- enfatiza la severidad de la ley de causalidad que gobierna las causas y efectos kármicos que se encuentran almacenados en las profundidades de la vida.

No existirán problemas si el karma que uno forma es bueno o, más aún, si el karma de uno es leve o superficial. Pero muchos karmas son tan pesados y se encuentran tan profundamente arraigados en las profundidades de la vida (conciencia alaya) que uno no puede alterarlo tan fácilmente. Por ejemplo, supongamos que alguien deliberadamente hace a otra persona extremadamente infeliz o hasta provoca su muerte. El culpable podrá rebuscárselas para escaparse de su castigo o, por el contrario, arrepentido, puede ser arrestado y enfrentar su deuda con la ley. En cualquier caso, la persona ha formado mal karma. Este karma negativo sin falta conducirá, según la severa ley de causalidad, a un sufrimiento kármico de extrema miseria que está más allá de nuestro poder de erradicarlo.

Hemos afirmado varias veces que el budismo enseña que la vida continúa existiendo eternamente a lo largo del pasado, presente y futuro. Esto es importante a lo largo de tener en cuenta la existencia del mal karma acumulado en vidas anteriores. El karma pasado reside dentro de nuestra conciencia alaya y, cuando es activado por alguno de los innumerables estímulos de nuestra vida cotidiana, cobra forma y substancia e influencia nuestra vida estrictamente según su impulso básico.

Las escrituras budistas explican que la Ley de Causalidad trabaja en la vida de los seres humanos desde innumerables puntos de vista. Por ejemplo, el "Sutra de la Contemplación del suelo de la Mente" afirma:
"Si quiere comprender las causas del pasado, contemple los resultados que éstas manifestaron en el presente. Y si desea saber qué resultados serán manifestados en el futuro, observe las causas que existen en el presente".

De modo parecido, el Parinirvana Sutra afirma:
"Hombres de fe devota: ya que ustedes han cometido incontables faltas y acumulado un pesado karma negativo en el pasado, deberán esperar la retribución que corresponde a todo lo hecho. Quizás tengan que ser difamados, maldecidos con un aspecto desagradable, pobremente vestidos y alimentados; tal vez busquen riquezas en vano, nazcan en una familia indigente o herética, o sean perseguidos por su soberano".
A la luz de la doctrina de la causalidad kármica, la visión de que la felicidad o infelicidad de una persona es provocada ya sea por otras personas o por el medio ambiente es superficial. Algunas personas creen que nuestros destinos individuales son predeterminados por un ser superior, pero esta concepción niega la libertad del individuo. El budismo, por el contrario, enseña que la causa fundamental de la propia felicidad o infelicidad no yace más que dentro de uno mismo.

Y si budismo enseña que el karma acumulado en vidas pasadas modela nuestro presente, esto podría llevarnos a hacernos una pregunta fundamental: ¿Es inútil esforzarse, entonces, por mejorarnos a nosotros mismos? Afortunadamente, la respuesta es "no" ya que nuestras acciones presentes modelarán nuestro futuro. El concepto de karma no tiene nada que ver con el concepto occidental de determinismo. Por el contrario, el budismo enuncia la Ley que nos posibilita percibir el significado de nuestro propio karma individual y, utilizando los sufrimientos y angustias derivados del mal karma a manera de salvavidas, logramos transformarnos no sólo a nosotros mismos sino también a la sociedad y el mundo como un todo.
Hablando en términos generales, los animales no son creativos, pero los seres humanos sí lo somos: ésta es una de las diferencias fundamentales entre el reino animal y la humanidad. Entonces, el hecho de que hayamos nacido como seres humanos indica que poseemos el potencial para alterar el curso de nuestras vidas, no importa cuán restringidos estemos por causa de nuestro mal karma, siempre que lo reemplacemos con buen karma: esta es la esencia de la libertad humana.

El budismo afirma que el sufrimiento humano -que el mero esfuerzo del individuo no puede eliminar de la existencia- en el fondo proviene de causas kármicas que, en sí mismas, son el resultado de los deseos mundanos. Pero el budismo, además expresa claramente cómo la vida de una persona se encuentra dotada con un "yo" puro y poderoso capaz de canalizar los deseos para que trabajen a favor del bien y la felicidad de uno mismo. Este principio constituye una de las numerosas enseñanzas derivadas del Sutra del Loto, pero es sólo en las enseñanzas de Nichiren Daishonin que se revela esta doctrina desde un punto de vista práctico. De este modo, practicando el budismo del Daishonin somos capaces de llevar a cabo principios budistas tales como "deseos mundanos son iluminación" y "la oscuridad fundamental es iluminación fundamental" y, de esta manera, cambiar nuestro karma para nuestro bien. 



por Daisaku Ikeda
 "Unlocking the mysteries of birth and death: Buddhism in the contemporary world", MacDonald & Co., Londres, 1988, págs. 32 a 38.
 

domingo, diciembre 1

Regeneración y auto sanación

http://es.sott.net/article/20879-El-Nervio-Vago-regeneracion-y-sanacion-al-alcance-de-la-mano

martes, octubre 15

Decidí salir del closet

Hay algo que observo y es que aún con tantas creencias que existen, todavía hay demasiada gente que no se siente identificada con ninguna.
Particularmenteme me gusta saber ¿de donde vengo, hacia donde voy, quien soy y qué soy?.
A fin de cuentas estamos creados por elementos que existen allí fuera en el universo.

Mi reflexión es que llegó la hora de darse cuenta que la ciencia solamente es comprender las cosas tal y como son, nuestro cuerpo es como es, nuestro planeta es como es y el universo también.
La vida nos concede el raciocinio, el sentimiento y la espiritualidad solamente por la propia evolución, que también es ciencia. ¿Qué somos? pienso introducirme de lleno en ello, para responder a mis preguntas y a las tuyas si las tienes.
Necesito tener la visión global del por qué de las cosas, siempre visto desde la coherencia y la realidad.
Y demostrar que la espiritualidad va de la mano con la ciencia. Ambas tienen causa y efecto y aunque haya preguntas a las cuales nunca tenga respuesta, trataré de encontrar la más real que nos pueda abrir la mente a horizontes más extensos y comprender la vida tal y como es para todos, y aunque esa ausencia de respuesta es debido a la inconciencia, porque entre más abrimos la conciencia más conseguimos respuestas (salió redundante) Desde el universo de allí fuera hasta nuestro universo más interno, nuestra conciencia.
Necesitamos saber para vivir mejor y ser más felices. Eso creo...
Este reto que tal vez sirva para un libro en un futuro cercano, pretendo que sea el despertar de una nueva visión de la vida y todo lo que ésta implica.
Y como la vida es a la muerte como el día es a la noche, también buscaré el sentido más coherente a este hecho al que todos estamos ligados desde que nacemos... Un viaje maravilloso.


El objetivo de nuestro budismo es que cada persona desarrolle su ilimitado potencial, valorando al máximo su propia vida y la de los demás. La práctica de la filosofía budista nos permite una transformación positiva desde lo más profundo de nuestro ser, hasta transformar el temor en coraje, las dudas en sabiduría y el egoísmo en misericordia. Y como ya lo dije en el principio me declaro salir del closet... y soy espiritual, budista de Nichiren Daishonin.

domingo, octubre 6

Recomendaciones de películas budistas


Películas budistas

1) Shobogenka (Documental Zazen) “Canto del Ojo del Dharma”. Cordoba Argentina
En el templo Shobogenji, el maestro Kosen y comenta el texto Shodoka, Canto del Satori Inmediato, del maestro Yoka Daishi.
Hermosas imagenes.

2)Himalaya (1999)
La tradicional caravana de yaks es la excusa para adentrarse en las
costumbres y la humanidad de los pueblos del Dolpo, una de las regiones
del planeta situadas a mayor altitud (entre 4.000 y 5.500 m). (Derechos KARMA FILMS)

3)Samsara (Pam Nalin, 2001).
Inolvidable película sobre un monje budista tibetano que renuncia a la vida monacal por el amor.
Fotografía increíble de Ladakh, en los Himalayas, y banda sonora fabulosa a cargo de Chris Morin. Cada vez que oigo el tema principal lloro sin remedio.

4)Sabiduría garantizada (“Erleuchtung garantiert”, Doris Dorrie, 2000).
Roadmovie que trata de unos hermanos que recurren a un monasterio budista para encontrarse a sí mismos. Genial, rotundamente genial y absolutamente Zen en todos los sentidos posibles.

5)Un Buda (Diego Rafecas, 2005).
Maravillosa película argentina. En palabras del director “Esta no es una película sobre el budismo. Es una película sobre la forma en que los aprendizajes llegan en la vida; a veces, las buenas enseñanzas al comienzo son amargas, como las buenas medicinas. Esta frase, sintetiza el espíritu de “Un buda”

6)Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera (Kim Ki-duk, 2003).
Película de gran belleza, magnífica fotografía y una reflexión sobre la posesividad.

7)Pequeño Buda (Bernardo Bertolucci, 1993).
Un monje Tibetano llamado Lama Norbu y muchos de sus ayudantes, buscan la reencarnación de un Lama que murió en Seattle ya hace ocho años. Poco a poco se nos va introduciendo en algunos aspectos del Budismo y en la vida, hechos y mitos del Buda Sakyamuni. Hermosa banda sonora.
 
8)Siddhartha (Conrad Rooks, 1972).
Película basada en la novela de Herman Hesse y muy fiel al texto excepto por algunos detalles como en el final. Consigue llevarte a la India de hace 2500 años en la que vivió el Buda histórico. Pero si aún no has leído la novela, por favor, léela primero. Fue mi introducción al Budismo y el comienzo de una búsqueda por el sentido de la vida.

9)El nacimiento del Budismo (Documental 2007).
Grabado en la India y Nepal, este documental narra los primeros momentos de una de las religiones más importantes del planeta.

10)Zen (Banmei Takahashi, 2009).
Muy buena película sobre la vida del maestro Dogen, fundador de la escuela Soto, actualmente viva en España de la mano de Dokusho Villalba, el mismo que ha corregido los subtítulos.